Iran y la Hezbollah: la expanción silenciosa en Africa y Yemen.
Lejos de limitarse a Medio Oriente, la estrategia iraní se extiende hoy desde Yemen hasta África subsahariana. A través de Hezbollah, la diáspora libanesa y alianzas tácticas con grupos extremistas sunníes, Teherán despliega una red de influencia que combina ideología, crimen transnacional y guerra híbrida.
Yemen, Somalia, Sudán, Nigeria, Mozambique, RDC, Sierra Leona, Senegal y Costa de Marfil son solo algunos de los países donde Irán actúa bajo el radar, desestabilizando regiones clave y desafiando el orden internacional.
Este artículo explora cómo Teherán está utilizando Yemen como puente hacia África, extendiendo su influencia hacia el Cuerno, la costa suajili y el Sahel.
La retirada de asesores en Yemen no es una retirada ni el final de una guerra, es un cambio de forma. Y eso lo cambia todo. Es el principio de otra, más silenciosa, más sofisticada, y más peligrosa.
Más allá de Medio Oriente: la expansión encubierta de Irán y Hezbollah en África. El doble juego de Irán en Yemen y la región
Aunque algunos informes apuntan a una retirada táctica de asesores iraníes en Yemen, esta no significa un abandono real del conflicto, sino un cambio de forma en su estrategia regional. Lo importante es entender por qué Irán se permite maniobrar así y qué implica para la estabilidad regional.

Saif al Adel a.k.a. Sayf al-Adl
1. Irán mantiene a líderes de Al Qaeda en su territorio
Diversos informes de inteligencia han señalado desde hace años que Irán alberga a miembros clave de Al Qaeda, entre ellos:
- Sayf al-Adl, considerado el actual líder de facto de Al Qaeda, vive en Irán desde hace años.
- Otros miembros del alto mando también han permanecido allí, a menudo bajo custodia “vigilada”, pero en un entorno que les permite operar de manera encubierta.
Esta protección no es gratuita ni casual: Irán ha usado a Al Qaeda como herramienta asimétrica en momentos clave, especialmente en Yemen, Somalia y Sudán, generando presión indirecta sobre Arabia Saudí y EE. UU., sin exponerse de forma directa.
Esta convivencia estratégica entre actores supuestamente enfrentados responde a una lógica geopolítica y no religiosa. Al Qaeda, aunque ideológicamente opuesta al chiismo, ha mantenido históricamente una política de realismo estratégico. A lo largo de los años, ha tolerado —e incluso justificado— la estancia de su cúpula en Irán, siempre que ello sirviera a su supervivencia o proyección operativa.
A cambio, Irán ha podido contar con la inacción o neutralidad de Al Qaeda en ciertos escenarios, y en otros incluso con su colaboración tácita. Esta alianza ambigua, que desafía el relato tradicional sunní-chií, se ha expresado con especial claridad en Yemen, donde el cese de hostilidades entre hutíes y Al Qaeda no parece espontáneo, sino orquestado desde Teherán en beneficio mutuo.
2. Uso de Yemen como plataforma logística y de influencia
La presencia hutí en Yemen, apoyada por Irán, facilita el tráfico de armas y la proyección de poder hacia:
- Somalia, donde las armas llegan a Al Shabaab.
- Sudán, país clave para redes logísticas y donde también hay presencia de Al Qaeda e influencia iraní renovada.
Así, Irán actúa como instigador oculto del caos regional, generando inestabilidad con el objetivo de:
- Desgastar a sus rivales (Arabia Saudí, Israel, EE. UU.).
- Expandir su influencia ideológica, económica y militar.
- Y mantener a Occidente distraído con conflictos periféricos.
Además, en un giro paradójico que escapa a la lógica sectaria habitual, los hutíes y Al Qaeda han cesado prácticamente sus enfrentamientos directos en Yemen. Este cese de hostilidades entre chiíes y sunníes radicales, históricamente enfrentados, parece no responder a acuerdos locales sino a directrices pactadas desde Teherán. Es una muestra más del pragmatismo estratégico iraní, que prioriza su influencia geopolítica sobre las divisiones doctrinales del islam.
3. La incomodidad de Arabia Saudí y Estados Unidos
Ni Washington ni Riad pueden ignorar que:
- Irán está detrás de las milicias que disparan contra sus buques.
- Al Qaeda, supuestamente enemiga tanto de Irán como de EE. UU., opera desde territorio iraní y en regiones donde Irán tiene intereses directos.
- El eje Teherán–Sanaa–Mogadiscio–Jartum representa una red regional de desestabilización silenciosa.
4. Mozambique: armas, heroína y terrorismo como instrumento geopolítico
La implicación iraní en conflictos africanos no se limita al Cuerno de África o al Sahel. Un episodio poco divulgado, pero extremadamente revelador tuvo lugar en diciembre de 2019, cuando doce ciudadanos iraníes fueron detenidos en Mozambique a bordo de una embarcación cargada con armas, municiones y una tonelada de heroína. El cargamento tenía como destino la provincia norteña de Cabo Delgado, bastión de Ansar al Sunna, grupo yihadista local vinculado al Estado Islámico que había reivindicado su primer ataque apenas seis meses antes.
Aunque las autoridades mozambiqueñas no han confirmado oficialmente que estos iraníes actuaban bajo órdenes directas de Teherán, la acusación de terrorismo y apoyo a insurgentes locales es inequívoca. Este caso fortalece la hipótesis de que Irán utiliza actores no estatales —incluso de orientación ideológica distinta— para fomentar el caos en regiones estratégicas, replicando patrones ya observados en Yemen, Sudán y Somalia.
Cabe destacar que, aunque Ansar al Sunna mantiene afinidad con el Estado Islámico, la lógica operativa de Irán no excluye alianzas tácticas con grupos sunníes si estos contribuyen a debilitar intereses occidentales o saudíes en África. En este sentido, el posible apoyo a insurgencias locales como la de Cabo Delgado encajaría en la estrategia iraní de proyección asimétrica.
El juicio contra los 12 iraníes ha sido aplazado repetidamente —la última vez en 2021— por la falta de traductores del persa al portugués, lo cual ha contribuido a silenciar mediáticamente un episodio que, de ser plenamente documentado, revelaría el uso de Mozambique como un nuevo corredor de tráfico de armas y estupefacientes con fines geopolíticos.
Irán en África: operaciones encubiertas y expansión estratégica
Irán ha intensificado su presencia en África mediante la Fuerza Quds del IRGC y su Unidad 840, especializada en asesinatos y secuestros fuera del país. Esta unidad, antes secreta, ha sido vinculada a operaciones frustradas en Kenia, Ghana, Senegal, Etiopía y Sudán, y colabora con grupos criminales locales para moverse con mayor libertad.
La penetración iraní no es solo operativa; también es ideológica. Utiliza organizaciones de “poder blando”, incluidas universidades online y presenciales en países como Níger, RDC, Madagascar y Sudáfrica, para reclutar y adoctrinar. Algunas de estas instituciones ya han sido sancionadas por EE. UU.
Pese a diferencias religiosas, Irán coopera con grupos sunníes como Al Qaeda cuando conviene, sobre todo en zonas inestables. Este pragmatismo refuerza su estrategia de “defensa realista”, que busca proyectar su poder fuera de sus fronteras. En África, esto ya se traduce en tráfico de armas y drogas hacia la costa este del continente.
Con esta dinámica, la actividad de Irán —y especialmente de la Unidad 840— seguirá representando un riesgo creciente para la estabilidad regional.
Rusia e Irán: una convergencia táctica en apoyo a los hutíes
La reciente imposición de sanciones por parte de Estados Unidos a una red de agentes hutíes revela un patrón creciente de colaboración entre Rusia, Irán y sus apoderados regionales. Según el Departamento del Tesoro, los hutíes habrían adquirido armas, equipos sensibles e incluso grano robado en Ucrania mediante una red operativa que conecta Rusia con Yemen. Estas acciones refuerzan la maquinaria bélica hutí y exponen una convergencia táctica entre Moscú y Teherán que busca debilitar la influencia occidental en varios frentes.
Aunque Rusia ha mantenido cierta ambigüedad en su relación con los hutíes —e incluso algunos de sus buques han sido atacados—, la cooperación logística con Irán muestra una afinidad creciente. El apoyo indirecto de Moscú, facilitando recursos y transporte bajo bandera rusa, parece alinearse con el patrón iraní de construir redes de guerra híbrida y proyección estratégica.
Este eje Irán-Rusia-hutí no solo afecta al conflicto en Yemen y la seguridad marítima en el Mar Rojo, sino que también podría facilitar la expansión iraní hacia África oriental. Si Irán ya opera en África a través de sus propias redes y apoderados, el refuerzo ruso añade una capa de complejidad a un panorama regional cada vez más volátil.
5. La huella iraní en África más allá del Cuerno
La proyección iraní no se detiene en Yemen, Sudán o Somalia. Otros países africanos también forman parte del tablero estratégico de Teherán, ya sea como plataformas logísticas, mercados de captación ideológica o escenarios de colaboración encubierta con Hezbollah.
- Nigeria: Desde hace años, el movimiento chií Islamic Movement in Nigeria (IMN), liderado por el clérigo Ibrahim Zakzaky, ha mostrado simpatías explícitas hacia Irán y Hezbollah. El grupo ha protagonizado enfrentamientos con las autoridades nigerianas, y se le acusa de buscar establecer una estructura inspirada en la revolución islámica iraní. Aunque Teherán niega su implicación directa, el adoctrinamiento ideológico y el apoyo encubierto son difíciles de ignorar.
- República Democrática del Congo (RDC) y Sierra Leona: En estos países, Hezbollah ha establecido redes de financiación ilícita, principalmente mediante el contrabando de diamantes, lavado de dinero y tráfico de oro. Estas actividades han sido documentadas por informes de inteligencia y organismos internacionales, que vinculan a la diáspora libanesa con células logísticas del grupo.
- Sudáfrica: Aunque no se considera un centro operativo, el país ha sido utilizado como punto de tránsito por elementos de Hezbollah y como refugio para miembros de redes logísticas. Las autoridades sudafricanas han investigado células vinculadas a lavado de dinero y financiamiento del terrorismo.
- Senegal y Costa de Marfil: Hezbollah ha aprovechado la presencia libanesa en África Occidental para establecer estructuras de apoyo financiero, utilizando redes comerciales legales como tapadera para actividades ilícitas. En algunos casos, incluso se han detectado intentos de adoctrinamiento religioso y captación entre comunidades musulmanas locales.
Este mapa de influencia dispersa pero funcional demuestra que la estrategia iraní en África combina elementos de guerra híbrida, penetración ideológica y crimen transnacional. Donde no puede llegar directamente el Estado iraní, llega Hezbollah; y donde Hezbollah no tiene acceso directo, se aprovecha la diáspora o grupos insurgentes sunníes para crear entornos de caos aprovechables.
Conclusión
Lo que aparenta ser una retirada iraní es, en realidad, un movimiento táctico. Irán no abandona el tablero: cambia de pieza. Lanza la piedra, esconde la mano… pero no la suelta.
La supuesta calma en Yemen no es el final de una guerra, sino su transformación. Irán reorganiza recursos, adapta su discurso, se camufla en alianzas inesperadas y proyecta poder mediante actores híbridos que no responden a lógicas convencionales. Yemen ya no es solo un frente de conflicto, sino una catapulta operativa hacia el Cuerno de África y más allá.
Los líderes de Al Qaeda refugiados en Teherán representan una carta estratégica que Irán puede jugar según sus intereses, ya sea para negociar, presionar o desestabilizar. La combinación de alianzas flexibles, guerra proxy, tráfico de armas y drogas, y redes ideológicas clandestinas convierte a Irán en un actor clave —aunque muchas veces oculto— en la geopolítica del caos que define hoy a buena parte de África y Oriente Medio.
Desde el Golfo de Adén hasta el Sahel, la red iraní, con Hezbollah como punta de lanza, entrelaza ideología, crimen organizado y operaciones encubiertas. Irán no se retira: se despliega.
A tener en cuenta:
- La supuesta retirada iraní de Yemen no implica un abandono, sino un cambio de táctica. Irán sigue proyectando poder desde Yemen hacia África Oriental mediante redes logísticas y operativas.
- Irán mantiene una colaboración estratégica con Al Qaeda, pese a sus diferencias ideológicas. Esta relación es pragmática y busca beneficios mutuos, especialmente en Yemen, Somalia y Sudán.
- La alianza entre hutíes y Al Qaeda en Yemen responde a intereses compartidos y coordinación indirecta desde Teherán, desdibujando los límites tradicionales entre chiíes y sunníes extremistas.
- Yemen actúa como una plataforma clave para el tráfico de armas hacia África, favoreciendo a grupos como Al Shabaab en Somalia y facilitando la inestabilidad regional.
- Irán emplea África como campo de operaciones híbridas, usando tanto a Hezbollah como a la diáspora libanesa y redes criminales locales para financiarse, reclutar y expandir su influencia.
- Mozambique y otros países africanos muestran indicios claros de presencia iraní indirecta, mediante apoyo a insurgencias y actividades ilícitas (armas y drogas).
- La Fuerza Quds y la Unidad 840 del IRGC operan en África con tácticas encubiertas, incluyendo asesinatos, secuestros y cooperación con redes criminales.
- Rusia y Teherán convergen tácticamente en el apoyo a los hutíes, fortaleciendo el eje Irán–Rusia en su estrategia contra Occidente en Medio Oriente y África.
- La red de influencia iraní en África va más allá del islam chií, apoyando incluso a grupos sunníes si estos permiten erosionar la influencia de Estados Unidos, Israel o Arabia Saudí.
- Hezbollah opera como proxy iraní en África, facilitando operaciones de financiación ilícita y expansión ideológica allí donde Irán no puede intervenir directamente.