La transición de Guatemala a la democracia generó cambios profundos en las instituciones militares.
Debemos tener en el radar los Acuerdos de Paz firmados en 1997, que pusieron fin a décadas de enfrentamiento interno e incluyeron un capítulo sobre las reformas de las Fuerzas Armadas.
En Guatemala, la apertura democrática no fue, como en otros países del continente, resultado de la incapacidad del régimen autoritario de contener las demandas de democratización por parte de la sociedad civil y de la clase política, sino una decisión de un sector del Ejército. Entre 1960 y 1996, el país vivió un enfrentamiento armado interno caracterizado por una progresiva militarización del Estado y la sociedad y por niveles cada vez más altos de violencia en el combate contra las fuerzas guerrilleras. A mediados de los 80, la violencia había alcanzado una virulencia inédita en el continente, expresada en una serie de masacres cometidas por fuerzas militares en contra de población civil no combatiente, sobre todo en el altiplano, de origen mayoritariamente indígena. Los partidos políticos, que reclamaban una apertura del sistema por vías electorales, y la sociedad civil, que intentaba organizarse frente a la arbitrariedad de un Estado manejado desde los cuarteles, habían sido diezmados: el terror imperaba y todo intento de protesta generaba una reacción desaforada del Estado. La sociedad estaba paralizada. En ese contexto, la apertura democrática fue el resultado de la decisión de un sector militar que, frente el desgaste institucional que generaba el doble esfuerzo de gobernar el país y mantener la campaña contrainsurgente, optó por un repliegue estratégico. El objetivo era concentrarse en esta segunda función y ceder el ejercicio directo del gobierno a la clase política. Tras años de gobiernos militares minados por la incompetencia y la corrupción, y en un entorno internacional cada vez menos tolerante a las violaciones a los derechos humanos, los estrategas militares llegaron a la conclusión de que el éxito de la campaña contrainsurgente dependía de la relegitimación –nacional e internacional– de las instituciones políticas del Estado. Y eso solo sería posible bajo un régimen electoral democrático que sirviera de respaldo al esfuerzo para contener a la guerrilla.
Se produjeron algunos avances, sobre todo en el desmantelamiento del aparato contrainsurgente y la reducción del gasto militar.
Sin embargo, las diversas amenazas que enfrenta el país centroamericano ponen a sus fuerzas armadas y al pueblo de Guatemala en una gran encrucijada, frente a la incapacidad de los gobiernos democráticos anteriores a Bernardo Arévalo para ejecutar una transformación más profunda.
La crisis de seguridad ciudadana ha retrasado el avance del proceso de reconversión militar, pero el problema es de mayor alcance; porque mientras las instituciones democráticas sigan siendo débiles, no será posible implementar una reforma coherente y sostenida, pensada como una política de Estado, para garantizar la subordinación efectiva de los militares al poder civil.
Hoy el Presidente Electo de Guatemala, Bernardo Arévalo, enfrentará ahora una serie de desafíos que pondrán a prueba sus habilidades para lidiar con el sistema y su capacidad para establecer alianzas políticas en lo interior y hacia el exterior, principalmente con los Estados Unidos de América y sus vecinos México, Belice, El Salvador y Honduras.
Guatemala es puerta al norte, Centroamérica es puerta al sur, eso implica una profunda responsabilidad en el manejo de la gobernabilidad y en el desempeño en esa zona con una integración importante de los países que lo integran incluido república dominicana.
Centroamérica es una región con una población aproximada de 55 millones de habitantes; solo en Guatemala se registran casi 19 millones de personas, Centroamérica tiene una extensión territorial de 523 mil 777 km2, con corta distancia al mar caribe y al océano pacifico, Guatemala hace frontera con El Salvador, Honduras, Belice y México.
Esta posición privilegiada; es oportuna para actividades licitas y en prosperidad de la región, como para actividades ilícitas que desestabilizan no solo esa parte del continente americano sino que, su actividad criminal, repercute a otros países del hemisferio occidental y más allá.
La importancia de aumentar la seguridad en Guatemala es indispensable para que esos esfuerzos reflejen mejoría en la seguridad de la América Septentrional, es decir el bloque que integra México, Estados Unidos y Canadá, el mercado más grande del mundo.
Luego entonces; Guatemala se encuentra en una posición geoestratégica, geopolítica y geoeconómica para el bien y para el mal, lo que lamentablemente, los pone bajo la amenaza permanente del crimen organizado trasnacional y además es un terreno donde los países competidores de Estados Unidos, penetran cualquier estrategia con el objetivo de poder controlar la región, un riesgo permanente y un día a día bajo el acoso de organizaciones no estatales como de organismos estatales de otras regiones del planeta, amenazando la gobernabilidad y su desarrollo en un clima de inseguridad, incrementando actividades ilícitas como el tráfico de drogas, especies, fauna, minerales y recursos naturales, de personas, armas y dinero e incluso de acciones del terrorismo, que de alguna manera tiene que transitar por el istmo centroamericano hacia su objetivo que es Estados Unidos.
Un dato relevante es que a Guatemala, se le retira la ayuda militar estadounidense en 1978; el presidente Carter tomo la decisión de implementar un bloqueo militar a Guatemala y desde ese entonces, las fuerzas armadas de Guatemala no reciben equipamiento militar.
Importante señalar que en la actualidad Guatemala cuenta con el apoyo y cooperación internacional donde sin lugar a dudas, Estados Unidos con el comando sur realizan acciones en conjunto y ejercicios militares cielo mar y tierra, especialmente contra el narcotráfico. Pero se requiere; ya en estos tiempos y ante el crecimiento constante de las amenazas, que se pueda hacer una alianza decidida traducida en un tratado internacional para marcar la ruta, las obligaciones y facultades de las instituciones de seguridad y defensa que operaran en esa región, al tiempo de fortalecer el equipamiento y tecnología de las fuerzas armadas de Guatemala, que es el primer “muro” para las armas ilegales, para droga, el terrorismo y para las migraciones ilegales rumbo a la América Septentrional.
Así lo analizamos en un artículo titulado La Posición geoestrategia de Guatemala frente al Crimen Organizado Trasnacional; del cual dejo el siguiente link para su lectura.
La Posición geoestrategia de Guatemala frente al Crimen Organizado Trasnacional
Un importante reto es la oposición que va a tener Bernardo Arévalo en el Congreso donde no tiene mayoría, tiene unos pocos aliados. Seguramente el Parlamento va a seguir siendo manejado por Vamos y Une. Eso creo que es el principal reto: tener la capacidad de negociación y margen de maniobra.
Se espera que Arévalo lance una cruzada contra la corrupción, ya que ese fue uno de los temas clave de su campaña. Para acabar con la delincuencia y la corrupción se debe contar con importantes alianzas a nivel internacional y a nivel nacional, abrir alianzas con las naciones socias y que enfrentan amenazas comunes será un gran reto al tiempo de reforzar su seguridad fronteriza con un nuevo Sistema Nacional de Inteligencia que le permita operar coordinadamente con las instituciones civiles y militares tanto del interior como del exterior.
Otra consiste en privar a las personas condenadas por delitos graves relacionados con la corrupción de su derecho a ser elegidas para cargos públicos. El nuevo gobierno ha anunciado que creará un comité autónomo de vigilancia, formado por funcionarios del gobierno y civiles, que verificará el cumplimiento de la normativa anticorrupción, pero requerirá limpiar la casa; para ello, deberá modernizar y potencializar los sistemas de Control y confianza, reflexionamos sobre esto, en un artículo del comparto el siguiente link para su consulta.
Centros de Control y Confianza el gran reto en México y América Latina.
El apoyo a nivel municipal también representará un reto para el gobierno de Semilla; obtuvo solamente dos alcaldías de 340. El partido oficial obtuvo 126, el partido Cabal 49 y la UNE 43, conformando así los bloques más grandes de alcaldes electos.
No obstante, las autoridades locales podrían apoyar las iniciativas del gobierno de Semilla si conviene a los intereses municipales y para ello, deberá convocar una alianza nacional para la seguridad y prosperidad de Guatemala, sumando a todos los actores de sociedad y gobierno e instalar mesas de evaluación cada tres meses.
El panorama no es halagüeño, pero no por eso debe significar fracaso.
Evidentemente Arévalo y su partido cuentan con un apoyo popular importante, Guatemala tiene ahora una nueva oportunidad para reencauzar el proceso de cambio de la institución militar y de las instituciones de seguridad civiles para consolidar el marco democrático que requiere para seguir desarrollando su potencial y al mismo tiempo brindar seguridad y defensa. Habrá que ver si, más allá de las promesas electorales este nuevo gobierno, asume la conducción del país de forma diligente y de las buenas intenciones, las nuevas autoridades logren implementar las políticas necesarias, tanto en materia de defensa y seguridad como de reconversión de los militares y la modernidad de sus equipos para blindar sus fronteras y continuar avanzando en el camino tortuoso y difícil, que lleva al fortalecimiento del Estado y, desde allí, a su efectiva armonía al poder civil con el militar.
Corresponderá al presidente electo, su gabinete y su bancada en el congreso dar respuesta a las altas expectativas que ellos mismos alentaron y que ahora tendrán que satisfacer a nivel nacional y hacia el exterior.