Al Shabaab: la evolución de su discurso y su estrategia de expansión.
Introducción
Desde su surgimiento en la turbulenta Somalia de mediados de los años 2000, Al Shabaab ha pasado de ser una insurgencia local a convertirse en un actor clave dentro del yihadismo global. Afiliado a Al Qaeda desde 2012, el grupo ha demostrado una notable capacidad de adaptación, tanto en el ámbito militar como en el ideológico. Su estrategia ha evolucionado con el tiempo, ajustando su discurso y sus tácticas para consolidar su control en el Cuerno de África y proyectar su influencia más allá de las fronteras somalíes.
En este artículo, se analizará cómo Al Shabaab ha refinado su narrativa para atraer apoyo local e internacional, su expansión en el contexto de la crisis del Estado somalí y su papel dentro del entramado yihadista global. También se examinarán sus vínculos con otros grupos y su capacidad para aprovechar los vacíos de poder en la región. Entender la evolución de su discurso y sus estrategias es clave para evaluar el verdadero alcance de la amenaza que representa y los desafíos que plantea para la seguridad regional e internacional.
Un nuevo intento de legitimación
El reciente documento publicado por Al Shabaab, titulado “¿Quién se opone a la transformación de Somalia en un Estado islámico independiente que pretende el movimiento Al Shabaab?”, es un nuevo ejemplo de cómo esta organización terrorista vinculada a Al Qaeda intenta proyectarse como una alternativa legítima de gobierno. Lejos de ser un hecho aislado, este tipo de comunicados forman parte de una estrategia bien calculada para atraer apoyo local y afianzar su control en regiones clave de Somalia y sus alrededores. La evolución de su retórica y propaganda sugiere un cambio de enfoque que los analistas interpretan como un intento de expandir su influencia más allá del Cuerno de África.
Un discurso recurrente y calculado
Desde hace años, Al Shabaab ha ajustado su retórica para apelar a una audiencia objetivo más amplia. Si bien sigue defendiendo el yihad global y la imposición de la sharía, ha aprendido de los errores de otros grupos como el Estado Islámico, cuyo extremismo alienó a muchas comunidades musulmanas y sigue generando rechazo. En lugar de imponer su ideología mediante la brutalidad en todas las circunstancias, Al Shabaab ha adoptado un enfoque más pragmático de gobernanza, presentándose como la única alternativa viable frente a la corrupción del gobierno somalí y la intervención extranjera.
El documento reciente sigue esta línea: enmarca la lucha de Al Shabaab como un esfuerzo por establecer un Estado islámico independiente en Somalia, desligado de las influencias occidentales y de los llamados regímenes apóstatas en la región. Más allá de un simple manifiesto ideológico, se trata de una estrategia de propaganda bien calculada que busca no solo consolidar su control interno, sino también expandir su influencia en los países vecinos, donde la inestabilidad y el descontento pueden favorecer su narrativa.
Con esto, el mensaje de Al Shabaab no solo apela a los sectores más radicales, sino también a quienes ven en el grupo una alternativa a la fragilidad institucional y al fracaso de los gobiernos locales.
El modelo de gobernanza de Al Shabaab
Al Shabaab ha demostrado una notable capacidad para administrar los territorios bajo su control, estableciendo tribunales islámicos, cobrando impuestos y regulando la vida cotidiana de la población. A diferencia del caos que imperaba en muchas partes de Somalia antes de su integración oficial en Al Qaeda en 2012, la organización ha logrado imponer un orden que, paradójicamente, ha sido clave para su aceptación en ciertos sectores de la sociedad.
Uno de los pilares de su estrategia de gobernanza son sus tribunales islámicos, que han conseguido generar confianza entre una parte de la población al ofrecer un sistema judicial que, en muchos casos, se percibe como menos corrupto y más eficiente que el del gobierno somalí. En un contexto donde la impunidad y la ineficiencia estatal son la norma, la capacidad de Al Shabaab para hacer cumplir la justicia —aunque bajo estrictas interpretaciones de la sharía— ha servido para consolidar su autoridad.
Además, la organización ha implementado un sistema de recaudación de impuestos que, si bien coercitivo, ha permitido financiar su expansión y sostener su presencia en regiones estratégicas. Este modelo de tributación, similar al zakat obligatorio en los estados islámicos tradicionales, no solo genera ingresos, sino que también refuerza su narrativa como una entidad política y no solo como un grupo insurgente.
Expansión regional: de Somalia a Sudán y más allá
El alcance de Al Shabaab no se limita a Somalia. Su influencia se extiende a países vecinos como Kenia, Etiopía y, más recientemente, Sudán, donde la organización ha encontrado oportunidades para fortalecer su presencia. Esta expansión se traduce en ataques terroristas, células clandestinas y redes de reclutamiento que se alimentan de la inestabilidad política y de la fragmentación estatal en la región.
En Kenia, Al Shabaab ha llevado a cabo atentados de gran impacto, como el ataque al centro comercial Westgate en 2013 y la masacre en la Universidad de Garissa en 2015, acciones que buscan debilitar al gobierno keniano y sembrar terror en la población. En Etiopía, la organización ha tratado de explotar las tensiones étnicas y la fragilidad del gobierno central para establecer bases operativas y ampliar su radio de acción.
Sin embargo, es en Sudán donde la situación es particularmente preocupante. Con un ejército en el que se estima que hasta un 60% de sus miembros están vinculados a al-Ikhwān (Hermanos Musulmanes de Sudán), el país se ha convertido en un entorno propicio para la consolidación del yihadismo. La histórica relación de Sudán con grupos islamistas radicales, desde la época en que albergó a Osama bin Laden en los años 90, hasta su actual descomposición política, lo convierte en un refugio ideal para facciones alineadas con Al Qaeda.
Esta conexión es clave, ya que los Hermanos Musulmanes han servido como el brazo político del yihadismo en la región, facilitando la penetración de grupos como Al Shabaab y JNIM (Jama’at Nusrat al-Islam wal-Muslimin) en el Sahel. La creciente inestabilidad en Sudán no solo refuerza la presencia de Al Shabaab, sino que también abre la puerta para la coordinación con otras franquicias de Al Qaeda en África, consolidando un corredor estratégico que une el Cuerno de África con el Sahel.
La relación con Al Qaeda y la estrategia global
Al Shabaab sigue siendo una de las ramas más fuertes y cohesionadas de Al Qaeda en el mundo. Mientras que otras filiales han enfrentado divisiones internas o pérdidas de territorio, el grupo somalí ha logrado consolidarse y expandirse, siguiendo un modelo que combina insurgencia, gobernanza y financiación estable. Su discurso de legitimación se alinea con la estrategia global de Al Qaeda, que busca presentarse no solo como un movimiento yihadista, sino como una alternativa viable de gobierno en el mundo musulmán.
Actualmente, se estima que Al Shabaab cuenta con entre 7.000 y 12.000 combatientes, lo que lo convierte en una de las fuerzas yihadistas más numerosas de África. Su capacidad operativa se mantiene gracias a una gestión eficiente de recursos, generando entre 100 y 200 millones de dólares al año. Sus principales fuentes de financiación incluyen la extorsión, los impuestos, el tráfico de carbón y otras actividades ilícitas. De estos ingresos, aproximadamente el 70 % se destina a operaciones militares y el 30 % a inversiones estratégicas, lo que no solo garantiza su sostenibilidad a largo plazo, sino que también facilita la expansión de su influencia y control territorial.
La estrategia de Al Qaeda en África se basa en una combinación de guerra asimétrica y tácticas de gobernanza. A diferencia del Estado Islámico, que ha sufrido múltiples derrotas debido a su brutalidad y su falta de alianzas con actores locales, Al Qaeda y Al Shabaab han aprendido a adaptarse a las realidades políticas y sociales de la región. En lugar de imponer su dominio exclusivamente mediante la violencia, han desarrollado un modelo híbrido que equilibra el uso de la fuerza con la provisión de servicios y una estructura de administración que, en algunos casos, se percibe como más eficiente que la del propio gobierno somalí.
Con esta combinación de poder militar, estabilidad organizativa y fuentes de financiamiento diversificadas, Al Shabaab sigue representando una amenaza latente, no solo para Somalia, sino para todo el Cuerno de África y más allá. Su rol dentro de la estrategia global de Al Qaeda le permite actuar como un actor clave en la expansión de la red yihadista en el continente africano, consolidando una presencia que desafía los esfuerzos internacionales por contener su influencia.
El papel de la diáspora somalí en la financiación y expansión de Al Shabaab
Uno de los aspectos menos analizados, pero fundamentales en la expansión de Al Shabaab, es el papel de la diáspora somalí. Con una de las comunidades migrantes más extensas de África, los somalíes en el extranjero han sido clave en el sostenimiento financiero del grupo y en la movilización de nuevos reclutas.
Las remesas enviadas por la diáspora representan una de las principales fuentes de ingresos de Somalia, alcanzando entre 1.600 y 2.000 millones de dólares anuales. Si bien la mayor parte de estos fondos se destina al sustento de las familias, una fracción significativa termina en manos de Al Shabaab, ya sea a través de donaciones forzadas, extorsión o contribuciones voluntarias de simpatizantes. La capacidad del grupo para explotar esta red de apoyo le ha permitido sortear las sanciones internacionales y mantener un flujo constante de recursos.
Al Shabaab ha desarrollado una infraestructura sofisticada para captar fondos desde la diáspora, aprovechando sistemas de transferencia de dinero como Hawala, que permiten mover grandes sumas de forma informal y con una regulación mínima. Este sistema ha facilitado que simpatizantes del grupo en países como Estados Unidos, Canadá, Reino Unido y Suecia contribuyan financieramente a su expansión sin ser detectados fácilmente por las autoridades. En algunos casos, incluso se han descubierto redes de lavado de dinero vinculadas a organizaciones benéficas que, bajo la apariencia de ayuda humanitaria, desvían fondos hacia la insurgencia yihadista.
Además del financiamiento, la diáspora también ha jugado un papel clave en el reclutamiento y radicalización de combatientes extranjeros. Se han registrado múltiples casos de jóvenes somalíes nacidos o criados en Occidente que han viajado a Somalia para unirse a Al Shabaab, muchos de ellos captados a través de redes sociales y mezquitas controladas por ideólogos extremistas. Un caso notorio fue el de Shirwa Ahmed, un somalí-estadounidense que en 2008 se convirtió en el primer atacante suicida de origen estadounidense cuando se inmoló en Somalia. Desde entonces, decenas de jóvenes somalíes de la diáspora han seguido el mismo camino, reforzando la narrativa de Al Shabaab como un movimiento global que lucha contra los enemigos del Islam.
La combinación de financiamiento externo y reclutamiento de combatientes extranjeros ha permitido a Al Shabaab mantener su operatividad y expandirse más allá de Somalia. Esta red transnacional representa un desafío significativo para los gobiernos occidentales, que han tratado de implementar controles más estrictos sobre las remesas y desmantelar redes de radicalización, aunque con resultados limitados. La capacidad del grupo para aprovechar la diáspora demuestra que su influencia no se limita al Cuerno de África, sino que se extiende a una escala global, reforzando su rol dentro de la estrategia de Al Qaeda en la región.
Expansión regional y la conexión con otras redes criminales
La presencia de Al Shabaab no se limita a Somalia; su crecimiento ha ido acompañado de alianzas estratégicas con redes criminales y otros grupos terroristas. La diáspora somalí, presente en países clave como Kenia, Sudáfrica y Turquía, ha facilitado estos vínculos al proporcionar acceso a rutas de tráfico de armas, personas y drogas. Esta interconexión le ha permitido a Al Shabaab diversificar sus fuentes de financiamiento y consolidarse como un actor clave en el panorama del crimen transnacional.
En Sudáfrica, la comunidad somalí ha sido infiltrada por células de Al Shabaab que han utilizado el país como base para operaciones de financiación y logística. Se ha documentado el uso de empresas de fachada, especialmente en el sector del comercio minorista y el envío de remesas, para lavar dinero y canalizar fondos hacia Somalia. Sudáfrica, con su sistema financiero relativamente desarrollado y su acceso a rutas marítimas estratégicas, se ha convertido en un punto de tránsito clave para el tráfico de armas y el contrabando de bienes utilizados por el grupo.
En Turquía, otro punto crucial para la diáspora somalí, Al Shabaab ha encontrado un entorno propicio para la recaudación de fondos y el establecimiento de contactos con redes criminales que operan en Europa y Medio Oriente. A pesar de la creciente cooperación del gobierno turco con Somalia, el país sigue albergando redes de financiamiento clandestinas vinculadas al grupo. La hostilidad de Al Shabaab hacia la influencia turca en Somalia podría llevar al grupo a aumentar sus operaciones encubiertas en territorio turco, utilizando células de la diáspora para atacar intereses estratégicos.
Más allá de estos dos casos, el grupo también ha establecido alianzas operativas con otras organizaciones yihadistas. Se han detectado vínculos entre Al Shabaab y Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), facilitando el intercambio de recursos y combatientes en la región del Sahel. Además, la cooperación con actores regionales como los hutíes en Yemen e Irán refuerza su acceso a armamento y logística, consolidando su posición dentro del ecosistema yihadista.
Esta red de apoyo transnacional, construida a través de la diáspora y sus conexiones con el crimen organizado, permite a Al Shabaab mantener su capacidad operativa y proyectar su influencia más allá del Cuerno de África. Su capacidad para integrarse en redes criminales globales y explotar la economía informal lo consolida como una de las organizaciones yihadistas más resilientes del mundo, con un modelo de financiamiento que desafía las estrategias convencionales de lucha contra el terrorismo.
Las conexiones de Al Shabaab con otros actores regionales: tráfico de armas y cooperación con grupos del Sahel
La expansión de Al Shabaab en el Cuerno de África no ha ocurrido en un vacío. A lo largo de los años, el grupo ha establecido redes de cooperación con actores regionales clave, facilitando su acceso a armas, combatientes y rutas de financiamiento. Su integración en un ecosistema de tráfico ilícito y su cooperación con grupos yihadistas en el Sahel refuerzan su resiliencia y su capacidad operativa, consolidándolo como una de las organizaciones más adaptables dentro del yihadismo global.
Tráfico de armas: nexos con Irán, Yemen y Al Qaeda
Uno de los pilares fundamentales del crecimiento militar de Al Shabaab es su acceso al tráfico de armas. Aunque el grupo ha logrado capturar arsenales del Ejército somalí y de la Misión de la Unión Africana en Somalia (ATMIS), la mayor parte de su armamento proviene de redes de contrabando que operan en el Golfo de Adén y el Mar Rojo.
- Irán y los hutíes en Yemen
Diversas investigaciones han señalado que Al Shabaab ha recibido armas procedentes de Irán a través de intermediarios en Yemen. En este esquema, los hutíes han facilitado la venta de armamento iraní a la organización somalí a cambio de apoyo logístico y financiero. Se ha documentado el envío de fusiles de asalto, ametralladoras, lanzagranadas y explosivos de fabricación iraní a Somalia mediante embarcaciones utilizadas en el tráfico ilegal. La Guardia Revolucionaria iraní (IRGC) ha sido señalada como un actor clave en esta red, utilizando rutas marítimas y redes de contrabando en Yemen y Omán para suministrar armamento tanto a los hutíes como a Al Shabaab. - Al Qaeda y las redes de contrabando en el Sahel
Como filial de Al Qaeda, Al Shabaab ha aprovechado los canales logísticos de la organización para recibir armamento. Parte del arsenal utilizado por el grupo proviene del tráfico de armas gestionado por Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), que a su vez se nutre del material militar saqueado en Libia tras la caída de Gadafi en 2011. Estas armas han sido traficadas a través del Sahel, en rutas que cruzan Níger, Chad y Sudán antes de llegar al Cuerno de África. Además, redes de transporte terrestre han facilitado el movimiento de armamento desde el norte de Malí y Níger hasta Somalia, aprovechando la porosidad de las fronteras y la debilidad institucional en la región. - Rutas a través de Sudán y el caos post-2023
Sudán ha emergido como un punto clave en el tránsito de armas hacia Al Shabaab. Existen indicios de que algunas armas destinadas a la organización han transitado por territorio sudanés, donde operan traficantes vinculados a grupos yihadistas del Sahel y a redes de crimen organizado. - El estallido del conflicto en Sudán en 2023 ha incrementado la disponibilidad de armas en el mercado negro, facilitando el acceso a arsenales descontrolados. El desmoronamiento del Estado sudanés ha permitido que grupos rebeldes y facciones militares rivales vendan armamento a intermediarios que abastecen a Al Shabaab y otros grupos terroristas en África Oriental.
Implicaciones estratégicas
Estas conexiones han permitido que Al Shabaab mantenga un flujo constante de armamento y municiones, fortaleciendo su capacidad de combate frente a las fuerzas gubernamentales y regionales. A su vez, el grupo ha consolidado su rol dentro de la estructura de Al Qaeda, integrándose en un ecosistema de tráfico ilícito que le proporciona sostenibilidad a largo plazo.
El fortalecimiento de estos vínculos también incrementa la posibilidad de una mayor coordinación operativa entre los grupos yihadistas en África. La cooperación entre Al Shabaab y AQMI podría derivar en una intensificación de ataques en nuevas áreas, especialmente en la región del Sahel y el África Oriental, donde el terrorismo y el crimen organizado están cada vez más entrelazados.
Cooperación con grupos en el Sahel: una convergencia estratégica
La relación entre Al Shabaab y los grupos yihadistas del Sahel, en particular el Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM) y Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), refleja una tendencia más amplia dentro de Al Qaeda: la búsqueda de cooperación entre sus filiales para consolidar un frente unificado contra sus enemigos comunes.
A diferencia de Daesh, que ha optado por un modelo de provincias autónomas bajo un mando centralizado, Al Qaeda ha fomentado alianzas flexibles entre sus ramas regionales, permitiendo a sus grupos operar con autonomía mientras mantienen una coordinación estratégica.
Esta conexión entre Al Shabaab y los grupos del Sahel se ha manifestado en varios ámbitos:
- Entrenamiento yihadista especializado
Combatientes de Al Shabaab han recibido capacitación en el Sahel, donde instructores de AQMI y JNIM les han entrenado en el uso de artefactos explosivos improvisados (IEDs), emboscadas y operaciones en zonas desérticas. A su vez, militantes de JNIM han sido instruidos en combate urbano, ataques contra infraestructuras críticas y tácticas de guerrilla en Somalia antes de regresar al Sahel. Esta cooperación ha fortalecido la capacidad operativa de ambas organizaciones, permitiéndoles adaptar sus tácticas a distintos entornos geográficos. - Intercambio de combatientes y refugio transfronterizo
La presión militar en el Sahel ha empujado a algunos combatientes de JNIM a buscar refugio en Somalia. Al Shabaab ha acogido a estos yihadistas, proporcionándoles santuarios seguros, entrenamiento y apoyo logístico. A cambio, combatientes somalíes han sido enviados al Sahel en momentos de crisis, reforzando a los grupos aliados en la región. Esto refleja una estrategia de profundidad estratégica, en la que las distintas ramas de Al Qaeda se prestan apoyo mutuo para garantizar su supervivencia. - Rutas de tráfico compartidas: armas, drogas y migrantes
Tanto Al Shabaab como los grupos del Sahel dependen de redes de contrabando para financiar sus operaciones. Han cooperado en el tráfico de armas, drogas y personas, utilizando corredores ilícitos que atraviesan Sudán, Chad y Níger.- Armas: Al Shabaab ha recibido parte de su arsenal a través de redes de AQMI y JNIM, que canalizan armamento procedente de Libia y Sudán.
- Drogas: Se ha documentado la implicación de grupos del Sahel en el tráfico de cocaína desde América Latina hacia Europa a través del Sahel. Algunas redes vinculadas al yihadismo se benefician de estos ingresos, lo que indirectamente podría contribuir a la financiación de grupos como Al Shabaab.
- Tráfico de personas: Rutas migratorias ilegales desde el Cuerno de África hacia Libia y Europa han sido explotadas por ambas organizaciones para obtener ingresos a través del cobro de “impuestos” a los migrantes.
- Propaganda yihadista coordinada
La maquinaria mediática de Al Shabaab ha dado cobertura a las acciones de los grupos del Sahel, reforzando la narrativa de una lucha islámica transnacional. Esto ha permitido fortalecer la moral de los combatientes y atraer nuevos reclutas.
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- En los últimos años, se han observado mensajes de apoyo mutuo entre Al Shabaab y JNIM en sus plataformas de comunicación, lo que sugiere una convergencia ideológica y operativa cada vez mayor.
- Además, Al Shabaab ha promovido el concepto de “la Umma global en lucha”, una idea que refuerza la necesidad de coordinar esfuerzos entre los distintos frentes yihadistas en África y más lejos.
Un frente yihadista africano en construcción
A pesar de operar en entornos geográficos distintos, Al Shabaab y los grupos yihadistas del Sahel han desarrollado una cooperación creciente que indica un esfuerzo por consolidar un frente yihadista unificado en África. En este esquema, Somalia se erige como el epicentro del yihadismo en el este, mientras que el Sahel se consolida como el bastión en el oeste, con ambos frentes interconectados a través de redes de tráfico ilícito, intercambios tácticos y una ideología compartida bajo la bandera de Al Qaeda.
Esta convergencia estratégica presenta una amenaza sin precedentes para la seguridad regional, ya que permite a estos grupos:
- Extender su influencia territorial, estableciendo zonas de control en regiones frágiles donde los gobiernos tienen poca o nula presencia.
- Mejorar su capacidad operativa, mediante el intercambio de conocimientos tácticos y logísticos entre combatientes de distintas áreas.
- Diversificar sus fuentes de financiamiento, aprovechando las rutas de tráfico ilícito que cruzan el continente, desde el Cuerno de África hasta el Atlántico.
- Aumentar su resiliencia, al poder redistribuir combatientes y recursos entre los frentes de batalla según las necesidades estratégicas.
Desafío para las estrategias internacionales
El surgimiento de un frente yihadista africano unificado plantea un desafío significativo para las potencias internacionales y los gobiernos africanos que buscan contener el avance del terrorismo en el continente. La fragmentación de las respuestas militares, la falta de cooperación efectiva entre países afectados y la inestabilidad en regiones como Sudán han permitido que estos grupos se adapten y fortalezcan.
Además, esta alianza flexible entre yihadistas del Sahel y del Cuerno de África podría redefinir el mapa del extremismo en el continente, facilitando la expansión del yihadismo hacia nuevas áreas y desafiando los modelos de intervención actuales.
Conclusiones
Al Shabaab ha demostrado ser una de las organizaciones yihadistas más resilientes y adaptativas de la actualidad. Su modelo de insurgencia, basado en una combinación de tácticas militares, gobernanza y financiamiento diversificado, le ha permitido consolidarse como un actor clave en el Cuerno de África. Su relación con Al Qaeda no solo le otorga legitimidad dentro del movimiento yihadista global, sino que también le proporciona acceso a redes de apoyo que facilitan su expansión y operatividad.
La diáspora somalí ha jugado un papel crucial en la sostenibilidad de Al Shabaab, proporcionando financiamiento y reclutas que refuerzan la capacidad operativa del grupo. La explotación de sistemas informales de transferencia de dinero y la infiltración en redes criminales internacionales han permitido a la organización esquivar sanciones y continuar con su expansión territorial y militar.
Además, la cooperación con actores regionales, incluidos los hutíes en Yemen e Irán, refuerza su acceso a armamento y logística, consolidando su posición dentro del ecosistema yihadista. Las alianzas con grupos como Al Qaeda en el Magreb Islámico muestran que Al Shabaab no es un fenómeno aislado, sino una pieza dentro de un entramado global de actores que buscan desestabilizar gobiernos y desafiar el orden internacional.
Ante este panorama, los esfuerzos internacionales para contener a Al Shabaab requieren un enfoque integral que vaya más allá de la respuesta militar. Es necesario abordar las raíces económicas y sociales que facilitan su crecimiento, así como fortalecer los mecanismos de control financiero y de inteligencia para desmantelar sus redes de apoyo. De lo contrario, el grupo seguirá evolucionando y adaptándose, representando una amenaza persistente para la seguridad regional y global. Si Al Shabaab llegase a tomar el control del gobierno somalí, estaríamos ante un Estado dirigido por individuos que se han forjado en el ambiente mafioso y que han demostrado ser capaces de cualquier cosa para alcanzar sus objetivos, lo que supondría un desafío aún mayor para la estabilidad internacional.