¿Puede un grupo yihadista reescribir su narrativa y proyectarse como fuerza de gobernanza legítima? Al Shabaab, filial de Al Qaeda en Somalia, ha lanzado un documental que marca un giro sin precedentes en la propaganda yihadista. Con un lenguaje económico, visuales profesionales y ausencia de referencias religiosas, la organización intenta presentar una alternativa política y funcional al modelo occidental. En este análisis exploro cómo este cambio no es solo estético, sino estratégico: una apuesta de Al Qaeda por la legitimación pública en África.
Al Qaeda reescribe su narrativa: del terror al soft power. Un análisis del giro estratégico de Al Shabaab a través del documental anti-FMI publicado en abril de 2025.
En abril de 2025, el brazo mediático de Al Shabaab (filial de Al Qaeda en Somalia), Al-Kataib, ha publicado el primero de lo que promete ser una serie de documentales de alto nivel técnico y narrativo. Titulado “Juego de Engaño del FMI y Banco Mundial”, este producto audiovisual de 49 minutos y 23 segundos representa un punto de inflexión en la historia de la propaganda yihadista de este grupo. A diferencia del contenido anterior, dominado por los nasheeds, las banderas negras y las citas coránicas, este nuevo formato abandona completamente el ropaje religioso radical y se viste con los códigos del periodismo de denuncia: narración neutra, música instrumental, datos económicos, testimonios y denuncia del orden internacional.
Este cambio no es superficial. Forma parte de una estrategia mucho más ambiciosa: Al Qaeda, a través de su filial somalí, está intentando construir una legitimidad política a partir del lenguaje de la justicia social, la soberanía económica y el antiimperialismo. El objetivo ya no es el reclutamiento religioso, sino la seducción de una nueva audiencia objetivo: jóvenes africanos frustrados, poblaciones urbanas desencantadas, sectores nacionalistas o incluso izquierdistas que rechazan el orden neoliberal global.
Un producto pensado para trascender el ecosistema yihadista
El primer episodio publicado del documental aborda con tono sobrio la supuesta dependencia de Somalia respecto al FMI y al Banco Mundial. Utiliza mapas, cifras oficiales, imágenes de archivo, videos de archivo del gobierno somalí firmando acuerdos y, sobre todo, un relato cuidadosamente estructurado que posiciona al FMI como una herramienta de dominación financiera global.
El elemento religioso está completamente ausente en los primeros 15 minutos. No hay ni una cita del Corán, ni una mención a la sharía. En su lugar, se habla de deuda, de intereses, de privatizaciones, de hambre. El espectador no especializado podría no darse cuenta de que está viendo propaganda de Al Shabaab. El formato estéticamente recuerda a producciones de Al Jazeera o TRT World, lo que le permite circular en plataformas abiertas sin activar alarmas automáticas ni rechazo inmediato.
La sharía como justicia económica encubierta
Pero la propuesta ideológica está ahí. A medida que avanza el metraje, el documental presenta como alternativa una “estructura comunitaria basada en valores” que ofrece seguridad, orden y equidad. Se muestran escuelas, mercados, tribunales, hospitales. Se contrasta el caos del gobierno central con la supuesta estabilidad de zonas bajo una “autoridad local” sin nombrarla.
Y aquí está el truco narrativo: Al Shabaab ofrece su modelo de gobernanza como una solución funcional, sin decir que es sharía. Pero quien conoce los códigos reconoce que se está describiendo un sistema basado en principios islámicos: ausencia de riba (interés), justicia distributiva, resolución de conflictos por vías tradicionales.
Este camuflaje discursivo no es casual. Es una forma de evitar el rechazo automático de audiencias no islamistas. Pero también es una forma de insertar la sharía en el imaginario africano como una opción viable y no violenta.
Un cambio doctrinal o una estrategia comunicacional
¿Estamos ante un cambio real en la doctrina de Al Qaeda o solo frente a una nueva estrategia de marketing? Aún es pronto para afirmarlo. No hay rastro de Zawahiri, ni de textos doctrinales, ni de la narrativa clásica de la yihad global. Pero la lógica discursiva es perfectamente compatible con las críticas al orden mundial que Al Qaeda Central ha sostenido desde los 2000.
Lo que sí es claro es que hay una generación nueva de propagandistas dentro de Al Shabaab, probablemente formados en la diáspora, con conocimiento de medios, marketing y geopolítica. Han conseguido crear un producto propagandístico que puede saltar las fronteras ideológicas y culturales del yihadismo tradicional.
El riesgo: la normalización del proyecto insurgente
El peligro de esta estrategia no está solo en el contenido, sino en su eficacia. Si esta serie logra atraer una audiencia nueva y construir simpatía en sectores no islamistas, Al Shabaab habrá conseguido lo que muchos grupos insurgentes anhelan: reconocimiento como actor legítimo. No ya como “grupo terrorista”, sino como fuerza de gobernanza alternativa.
Y ese cambio es profundamente estratégico. Una cosa es combatir a una insurgencia violenta. Otra, mucho más compleja, es enfrentarse a un actor que se presenta como gobierno viable, con propuestas, con diagnóstico y con legitimidad social.
Conclusión
El primer episodio del documental de Al Shabaab no es solo un experimento propagandístico. Es una declaración de intenciones. Representa una mutación en la forma en que Al Qaeda quiere ser vista: no como vanguardia religiosa, sino como resistencia política.
Es pronto para saber si esta estrategia se consolidará. Pero si lo hace, podríamos estar presenciando el nacimiento de un nuevo tipo de yihadismo: uno que no grita, sino que argumenta; que no empuja al martirio, sino que promete estabilidad; que no se oculta en las montañas, sino que quiere gobernar desde la ciudad.
Y eso, para la seguridad internacional, es un escenario completamente distinto.