¿Una nueva forma de guerra? La guerra imprevisible
El surgimiento de nuevos grupos transnacionales híbridos estatales y no estatales, criminales/terroristas, diseminados en diversas partes del mundo están adquiriendo una nueva dimensión.
Los Estados emplean acciones encubiertas y operacionalizan a los actores no estatales, para conseguir sus intereses estratégicos, un ejemplo reciente lo podemos observar cuando los servicios de seguridad suecos desde el año pasado han estado informando sobre que Irán está utilizando redes criminales en Suecia.
Una reciente publicación en Inofabe del 7 de abril de 2025; titulada Niños sicarios: cómo Irán usa bandas de adolescentes suecos para atacar a Israel en suelo europeo, derivado de la reciente investigación exhaustiva realizada por CNN, nos pone en el radar este fenómeno que ha surgido en Suecia, donde adolescentes locales, algunos de apenas 14 años, están siendo utilizados por bandas criminales para ejecutar ataques contra objetivos israelíes por encargo de Irán.
Estas actividades han sido uno de los factores que han impulsado la mutación entre las organizaciones del crimen organizado y del terrorismo; en esta metamorfosis, donde cada actor no estatal perfeccionara las actividades del otro y viceversa, hicieron que las nuevas tendencias y actividades delictivas de las organizaciones criminales mutaran hacia el terrorismo y viceversa; lo que también implica que en algunas situaciones en las que un grupo terrorista redujera sus actividades terroristas e incrementa sus prácticas delictivas; o una organización delictiva, se politiza en gran medida y altera por ideología, radicalmente el enfoque de sus actividades, por lo que al comparar el nivel de su lucha armada surgen las siguientes preguntas: ¿Cuál es la principal prioridad de estos grupos? ¿Su trasfondo ideológico o sus actividades lucrativas? ¿Cómo deben actuar los países frente a este fenómeno? ¿Qué conductas pueden tipificarse como actos terroristas o simplemente actos criminales o si es parte de una guerra híbrida?
El primer problema con la guerra híbrida; es que en general comienza por acciones que parecen ser más bien un problema de seguridad y no de defensa, por lo que cuesta identificar que hay un enemigo externo detrás de todo, la Evaluación Anual de Amenazas (ATA) coordinada por la Comunidad de Inteligencia estadounidense, publicada en este año 2025 informa sobre un conjunto diverso de actores extranjeros que tiene como objetivo la salud, la seguridad, la infraestructura crítica, las industrias, la riqueza y al gobierno de los Estados Unidos.
ATA por primera vez, señala a los narcotraficantes como la principal amenaza para Estados Unidos y menciona que Rusia, China, Irán y Corea del Norte tanto en lo individual, como colectivamente, desafían los intereses estadounidenses en el mundo, al atacar o amenazar a otros países con tácticas de poder duro tanto asimétricas como convencionales.
Señala que los adversarios estatales y sus representantes; también están tratando de debilitar y desplazar el poder económico y militar estadounidense en sus regiones y en todo el mundo.
En ese sentido; se infiere que tanto los actores estatales como los no estatales; plantean múltiples amenazas inmediatas con fines geoestratégicos, por lo que las organizaciones criminales terroristas y transnacionales, están amenazando directamente diversos objetivos. Rusia, China, Irán y Corea del Norte, operacionalizan con los delincuentes transnacionales, los terroristas y otros actores no estatales que están amenazando e impactando las vidas de diversos ciudadanos de otras naciones, la seguridad de otros Estados y la prosperidad del hemisferio occidental.
Algunas organizaciones criminales transnacionales producen y trafican grandes cantidades de drogas ilícitas que ponen en peligro la vida y por lo tanto al debilitar la seguridad pública, la seguridad nacional, tiene un riesgo alto de debilitarse tambien, por que se realizan otras actividades ilegales que amenazan la gobernabilidad, como la trata de personas, asesinatos de gobernantes y de candidatos en los procesos electorales, el secuestro, cobro de piso, robo de hidrocarburos y recursos naturales, las operaciones cibernéticas, el lavado de dinero y la incitación a la violencia y el terrorismo.
Estos actores no estatales al diversificar sus actividades; no solo aumentan sus fuentes de ingresos, sino que se apropian de territorios debilitando las instituciones del Estado, lo que aumenta su resiliencia ante las medidas de aplicación de la ley y la regulación financiera, tanto estadounidenses como internacionales, a veces subcontratan operaciones e inversiones de lavado de dinero a personas y redes con experiencia legal y bancaria para eludir las regulaciones financieras.
La fusión del poder estatal, el crimen organizado y el terrorismo, oscurece las distinciones entre el gobierno legítimo y la criminalidad narcoterrorista, creando una fuerza poderosa en la guerra híbrida en general, que es a la vez negable y altamente efectiva.
Es importante reevaluar el papel de estos actores no estales en las acciones encubiertas patrocinadas por algunos Estados y ofrecer nuevas perspectivas para los responsables políticos y académicos que abordan estos desafíos contemporáneos de seguridad y de defensa.
Es una realidad de que diversos Estados emplean diversos vectores en contiendas y conflictos que no alcanzan el umbral de la guerra convencional, a menudo con elementos de coerción en lugar de violencia directa y un elemento central de estos esfuerzos es la lucha por la legitimidad y la influencia, que se extiende más allá de los tiempos de guerra y de las sociedades asoladas por conflictos o en transición.
Se trata de una lucha constante en las relaciones internacionales, moldeada por la naturaleza de los regímenes, las posiciones geopolíticas, las culturas estratégicas, las perspectivas históricas y las capacidades.
Además, los entornos operativos, como la historia local, la geografía, la política, la economía, la religión y la etnia, añaden matices a esta lucha, por lo que esta dinámica presenta enormes desafíos para los responsables de las estrategias y políticas públicas, nacionales e internacionales, las policías, las agencias de inteligencia, los servicios de seguridad internacionales como la Interpol y las fuerzas armadas de todos los países afectados.
Mark Galeotti ha definido la guerra híbrida rusa “con razón o (probablemente) equivocadamente… [como] el arte de un estilo de guerra que combina lo político, lo económico, lo social y lo cinético… que no reconoce fronteras entre lo civil y lo combatiente, lo encubierto y lo abierto, la guerra y la paz”.
Para frustrar estos esfuerzos, los Estados se han posicionado para la defensa uniéndose a alianzas multilaterales de seguridad, preparando unidades de resistencia interna y creando nuevas capacidades cibernéticas y de inteligencia dentro de sus burocracias de seguridad nacional. Sin embargo, estas iniciativas siguen confinadas predominantemente al ámbito de la seguridad. Esto deja a los Estados en gran medida indefensos ante las tácticas híbridas que utilizan algunos Estados cuando operacionalizan con actores no estatales, dirigidas contra instituciones civiles (no militares) con el objetivo de perturbar la cohesión social. De hecho, si el modus operandi de la guerra híbrida consiste en evitar el conflicto militar abierto, al menos inicialmente, y en su lugar librar una guerra que abarque a toda la sociedad contra el tejido político, económico y social de los Estados, entonces la resistencia y la defensa también deberían perseguirse desde una perspectiva que abarque a toda la sociedad.
Los marcos y herramientas actuales para evaluar y responder a las amenazas híbridas más allá del ámbito de la seguridad son insuficientes, por lo que existe una necesidad particular de herramientas que puedan identificar eficazmente las divisiones sociales y las instituciones que hacen vulnerables a los Estados y, por lo tanto, se encuentran entre los objetivos más probables de las tácticas híbridas respaldadas por algunos Estados que utilizan actores no estatales contra otros Estados.
La guerra híbrida es algo que debe prevenirse o disuadirse. No se puede derrotar fácilmente. Una vez que se dan las condiciones sociales, políticas y económicas que permiten que las tácticas híbridas sean efectivas, probablemente sea demasiado tarde para detenerla. Las guerras híbridas deben ganarse incluso antes de librarse.
Por lo tanto, identificar y contrarrestar las amenazas híbridas exige un enfoque que verdaderamente abarque a toda la sociedad y que considere la fortaleza y la naturaleza de los contratos sociales estatales y no estatales y cómo cada uno de ellos puede ser blanco de disrupción por parte de tácticos híbridos.
Investigaciones futuras podrían explorar más a fondo esta tendencia examinando cómo y por que los Estados utilizan cada vez más las redes del crimen organizado como herramientas estratégicas en acciones encubiertas. ¿Cuáles son las implicaciones de estas afiliaciones para la estabilidad regional y global? ¿En qué medida, o incluso en qué situaciones, si es que lo hacen, las redes del crimen organizado están motivadas por el nacionalismo, la ideología o incluso el altruismo, en lugar de por incentivos económicos y la búsqueda de poder? ¿Cómo pueden las organizaciones de inteligencia mitigar o explotar esta creciente amenaza a la seguridad?
Comprender y contrarrestar estas amenazas multifacéticas requiere una respuesta igualmente integrada y adaptativa. Una respuesta que trascienda los ámbitos tradicionales y reconozca las fronteras cada vez más difusas entre los esfuerzos civiles y militares en las relaciones internacionales contemporáneas, así como la combinación de amenazas a la seguridad nacional y a la delincuencia.