Armas sonoras: ¿Y si te atacan con ruido? Los sonidos de guerra
El efecto infrásonico producido por algunos objetos puede no meterse con tu sentido del oído, pero sí con lo que pasa en tu cuerpo. Y es que la gente, normalmente no piensa en el infrasonido y las consecuencias corpóreas.
En una guerra los ruidos particulares están relacionados con conflictos particulares, tanto por parte de quienes ven las noticias, como por parte de los soldados y los civiles que los experimentan de primera mano.
En el campo de batalla; el silencio por la conmoción, el dolor de los heridos y los gritos de los familiares de las víctimas, son comunes a todas las guerras.
Cada época tiene su propio sonido; por ejemplo, desde la época romana, cuando se oía el choque de los escudos de batalla.
Algunos expertos en neurociencia de la Universidad de Zúrich; han estudiado los efectos en la psique humana de los llamados “silbatos aztecas de la muerte”, utilizados por la civilización indigena en sus rituales de sacrificio, comprobando que conservan cierta capacidad de sugestión en personas actuales.
Los responsables del estudio, publicado en la revista Communications Psychology, elaboraron copias en 3D de silbatos de este tipo conservados en el Museo Etnológico de Berlín y midieron la actividad cerebral de determinados sujetos mientras los hacían sonar.
Comprobaron, según indica un comunicado de la prestigiosa universidad suiza, que el sonido de estos instrumentos, similar a un grito de pánico de un ser humano, produce “a la vez una reacción psicoafectiva y un tratamiento mental del simbolismo sonoro”.
En términos subjetivos, esto produjo en muchos pacientes sentimientos de “miedo extremo“, similares a los provocados al escuchar un grito humano, y la sensación de que el sonido del silbato podría tener un origen natural y orgánico.
Estos silbatos, con los que se cree que se preparaba a las víctimas de los sacrificios, fueron encontrados por primera vez en las últimas décadas del siglo XX, aunque inicialmente se creyó que eran meros objetos artísticos, a menudo con forma de calaveras, animales o monstruos, se tardó décadas en descubrir, de forma accidental, que eran capaces de emitir sonidos, gracias a un sistema interior de dos cámaras acústicas opuestas que producen turbulencias de aire y un estridente sonido muy característico.
Es así que en la actualidad, el ruido de las sirenas modernas, de ataques aéreos y aviones no tripulados, componen la banda sonora de los conflictos contemporáneos. Pero el sonido de la guerra no es siempre el mismo, varía según la época, el objetivo y el lugar.
Muchas guerras se asocian con el armamento principal o la táctica utilizada y el sonido que siempre ha desempeñado un papel importante en la guerra, y aunque a menudo se asocia con el arma principal de un conflicto, no es siempre el caso.
En el siglo XVII o XVIII, el campo de batalla estaba controlado por tambores y cornetas. Los instrumentos transmitían mensajes, mantenían el ritmo de marcha y marcaban el final de la jornada de lucha.
En este caso; el sonido puede ser un arma de dos filos en la guerra, puede levantar la moral, o puede ser una declaración de conmoción y pavor, o, si es un ruido terrible, puede asustar al enemigo.
Las armas acústicas (también llamadas armas sónicas o ultrasónicas, USW por sus siglas en inglés); son dispositivos que utilizan el efecto de las ondas sonoras con el fin de matar, herir o incapacitar al enemigo.
En la actualidad ya existen instrumentos que pueden ser calificados como “armas acústicas” y el más conocido es, quizás, el Long Range Acoustic Device usado por las fuerzas de seguridad de Estados Unidos, estos dispositivos acústicos de largo alcance (LRAD) o cañones sónicos, son sistemas que emiten sonidos a un volumen muy alto y a grandes distancias y se utilizan para enviar mensajes y tonos de advertencia, y para controlar multitudes de forma no letal.
Este dispositivo es capaz de dirigir un pulso de ondas sónicas muy concentrado y controlado, de forma que el usuario del arma y las personas situadas alrededor del blanco quedan prácticamente indemnes, pero por ejemplo, en el ámbito del control de masas y del área denial, estos dispositivos son ideales.
Además de poder usarse como aparatos de megafonía, también pueden ser empleados como armas no letales para dispersar o incapacitar a los objetivos a través del uso de sonidos de gran intensidad.
Las concentraciones elevadas de ondas sonoras (cerca de los 120 dB); pueden causar náuseas y molestias, mientras que concentraciones extremadamente altas (sobre los 140 dB.), causan dolor, confusión, desorientación e incluso puede provocar daños internos graves y permanentes en el oído.
Exposiciones severas y duraderas también pueden desembocar en espasmos musculares e incluso anomalías en el funcionamiento del sistema nervioso central y cardiovascular, así como en el aparato respiratorio.
No obstante, la aplicación de estos principios al conflicto bélico convencional no resulta especialmente práctica, al menos con la tecnología actual y esto es así por dos motivos:
Estas armas suelen ser aparatos relativamente voluminosos y pesados, lo que limita su movilidad, ya que un LRAD estándar, por ejemplo, pesa cerca de 30 kg y es extraño que el sonido cause la muerte o una situación de incapacitación extrema; no al menos con la velocidad y confiabilidad que serían necesarias en un conflicto, ya que se requeriría de niveles de decibelios muy altos o exposiciones muy prolongadas para causar daños potencialmente letales.
Son armas de las que resulta relativamente fácil protegerse con equipamiento sencillo para los oídos, mediante cascos o tapones y el uso podría constituir una violación del Derecho Internacional Humanitario por dos argumentos:
El artículo 35 del Protocolo I adicional a los Convenios de Ginebra especifica que “queda prohibido el empleo de armas (…) de tal índole que causen males superfluos o sufrimientos innecesarios”.
Así, cabría cuestionar si las armas acústicas pueden cumplir con el requisito de “necesidad militar”, esto es, matar o incapacitar al enemigo, sin causar un sufrimiento innecesario.
El Convenio sobre Ciertas Armas Convencionales, prohíbe en su Protocolo IV el uso de armas láser diseñadas para cegar permanentemente al enemigo. Por lo que al trazar una analogía con las armas acústicas, ya que estas fácilmente podrían causar sordera permanente, estas armas deberían prohibir su uso.
Con independencia de la legislación vigente en la materia; tanto Estados Unidos, Rusia y China, ya han estado desarrollando este tipo de dispositivos, a pesar de que si estas armas acústicas llegan a ser prácticas para un enfrentamiento convencional, ciertamente son un indicativo de la velocidad a la que avanza la tecnología militar, y una llamada de atención que insta a los países a permanecer a la vanguardia.
Tanto en México, como en otros países, el interés por las armas acústicas parece limitado y es directamente nulo y escasamente se trabaja en la investigación y el desarrollo de las nuevas tecnologías como esta, para ser aplicadas a la Defensa.
Por otra parte; en Cuba, desde finales de 2016, 26 estadounidenses que trabajaban o estaban relacionadas con su embajada en La Habana, sufrieron diversos problemas de salud, entre ellos, dolores de cabeza, presión en los oídos, mareos y confusión, a causa de un “ataque sónico”.
El misterio de esos síntomas dañó las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, los cubanos han negado estar detrás de alguna acción contra diplomáticos extranjeros.
Las autoridades cubanas llevaron a cabo su propia investigación y aseguraron en 2017 que las pesquisas demostraron “la inexistencia de evidencias que indiquen la ocurrencia de los alegados ataques acústicos”.
Veinticinco de los pacientes que fueron tratados por primera vez por el equipo médico en Miami, presentaron una “disfunción del organismo interno del oído que afecta el equilibrio (…), pérdida de la audición, déficit de concentración y dolor de oído”, precisó Constanza Pelusso, investigadora del Departamento de Otorrinolaringología de la Universidad de Miami.
Pese a las nuevas revelaciones de los médicos de Miami, la gran pregunta del caso sigue sin resolverse: ¿Qué pudo causar algo así? La fuente de esta sensación de presión/sonido no ha sido determinada, pero todos los individuos afectados parecen estar conectados con la comunidad diplomática en La Habana.
Ahora, los médicos y científicos dicen que armas no convencionales como esas pueden haber causado los síntomas y malestares desconcertantes que, a partir de finales de 2016, afectaron a más de tres decenas de diplomáticos estadounidenses y a sus familiares en Cuba y China.
Específicamente, varios analistas citan un fenómeno conocido como el efecto Frey, que recibe su nombre por Allan Frey, un científico estadounidense. Hace mucho tiempo, Frey descubrió que las microondas pueden engañar al cerebro para que perciba lo que parecen ser sonidos ordinarios.
Los expertos dicen que las falsas sensaciones pueden explicar un síntoma que caracteriza los incidentes diplomáticos: la percepción de ruidos fuertes, como repiqueteos, zumbidos y chirridos. Al principio, los expertos citaron esos síntomas como prueba de ataques sigilosos con armas sónicas.
La idea de las microondas está repleta de preguntas aún sin respuesta. ¿Quién disparó los rayos? ¿El gobierno ruso? ¿El gobierno cubano? ¿Una facción cubana rebelde afín a Moscú? Y, de ser así, ¿dónde obtuvieron los atacantes y las armas no convencionales?
Las microondas están por todas partes en la vida moderna. Las ondas cortas de radio hacen funcionar radares, cocinan alimentos, retransmiten mensajes y vinculan teléfonos celulares con torres de antena. Son una forma de radiación electromagnética en el mismo espectro que la luz y los rayos X, solo que en el extremo opuesto.
Mientras que la transmisión de radio puede emplear ondas con una longitud de 1600 metros o más, las microondas varían desde casi treinta centímetros hasta una fracción de una pulgada, 2,54 centímetros. Son consideradas inocuas en sus usos cotidianos, como cuando cocinan los alimentos. Sin embargo, su tamaño diminuto también permite una focalización precisa, como cuando las antenas de televisión convierten los rayos desorganizados en rayos concentrados.
Según los científicos, la cabeza humana tiene dimensiones que la convierten en una antena bastante buena para percibir señales de microondas. El biólogo Frey dijo que se topó con el efecto acústico en 1960, cuando trabajaba en la Universidad de Cornell, tras lo cual publicó dos artículos destacados en los que encontró que incluso personas sordas podían percibir las vibraciones, aparentemente por medio del lóbulo temporal del cerebro, que es la corteza primaria de la audición. El efecto Frey también se conoce como efecto de audición de microondas.
Los soviéticos tomaron nota después de esos artículos e incluso invitaron a Frey a laboratorios donde, según él, intentaban desarrollar armas.
En 1976, la Agencia de Inteligencia del Departamento de la Defensa estadounidense indicó que la investigación soviética sobre las microondas para “la percepción interna de sonido” demostró ser muy prometedora para “afectar los patrones del comportamiento del personal militar o diplomático”.
Rusia, China y muchas naciones europeas parecen tener los conocimientos para fabricar armas de microondas básicas que pueden debilitar, sembrar sonidos e incluso matar. Las potencias avanzadas, según los expertos, pueden lograr objetivos más sutiles, como transmitir palabras específicas a la cabeza de la gente. Solo las agencias de inteligencia saben qué naciones poseen y usan realmente dichas armas tan poco comunes.