Las dos grandes guerras que el siglo pasado asolaron Europa tuvieron como causa u origen un hecho, que para muchos era nimio o sin importancia, aunque poco a poco, se iba agrandando y expandiendo.
Hace muchos días, demasiados, que internacionalmente se especula con la presentada como certera posibilidad y probabilidad de que una intervención directa o en fuerza por parte de la OTAN, la UE o de un estado independiente como EEUU, en la guerra de Ucrania, podría ser el motivo o el detonante de llevar al mundo a la III Guerra Mundial.
Es más, es la principal razón o excusa esgrimida por los próceres de los países aliados y todas las Organizaciones Internacionales, incluso la misma ONU, con la que se trata de dar un cerrojazo, a todas luces falso, a una incomprensible situación, por la que, oficial y realmente, se abandona a su suerte a un país occidental, lindante con la OTAN y la UE, que con un gran desequilibrio inicial de fuerzas, está siendo masacrado -sin ni siquiera una declaración formal de guerra- ante la impávida postura de una sociedad que se conforma con dicho pensamiento.
Situación vergonzosa, que de paso, mantiene de forma semi oculta la esperanza que, con unos cuantos apoyos por su parte, sean aquellos pobres infelices, los que contengan, masacren y finalmente derroten a un “potente” ejército, el ruso, que nos amenaza constantemente a todos, sin que este acto bélico final nos cueste una sola baja personal, ni que un solo proyectil de su artillería caiga en nuestro territorio.
Aquellos que dedicamos algo más de un rato a observar la evolución de los acontecimientos, a la intensidad y variaciones en los enfrentamientos de diversa índole a lo largo y ancho del mundo, al desarrollo de las capacidades, precisión y alcance de los nuevos armamentos y a la aplicación y desarrollo de las nuevas tácticas, técnicas y procedimientos en los conflictos interpretados por viejos y nuevos actores en las guerras, hace tiempo que hemos llegado a diversas conclusiones -que se pueden encontrar en lo mucho escrito y publicado- sobre la guerra y los enfrentamientos globales en el futuro, a corto y medio plazo.
Existe una casi total unanimidad en la mayor parte de los autores y variopintos expertos o entendidos, por la que la guerra del futuro cambiará y mucho los grandes conceptos de la estrategia bélica, los cuales, durante varios lustros, han sido considerados como inamovibles.
Con carácter general, y a modo de resumen, se puede afirmar que la guerra total, las nuevas armas tecnológicas, de bajo coste y de mucha rentabilidad dados los efectos que proporcionan, la economía, así como un amplio uso del espectro electrónico y la información, adecuadamente manoseada, y dirigida tendrán mucho que decir en tales enfrentamientos.
Debido a la globalización y a la enmarañada interconexión entre los estados, la economía, las sanciones y restricciones económico-comerciales directas, los vetos o dificultades a los intercambios comerciales y las relaciones políticas entre los grupos resultantes de países o bloques enfrentados en la arena de los conflictos, no solo jugarán un papel importante, dado que se verán limitadas en sus capacidades reales para iniciar y en alimentar el conflicto a medio y largo plazo; sino porque, además, y en función de las medidas adoptadas por la Comunidad Internacional (CI), sufrirán grandes cambios, graves presiones y hasta una posible quiebra o una gran merma económica en alguno o varios de los países implicados.
No obstante, o como consecuencia de la libertad de mercado entre los diversos estados así como por las mutuas dependencias energéticas y económicas, incluso con o entre países situados en las antípodas político sociales, dichos lazos supondrán un gran hándicap a la hora de tratar de imponer vetos o sanciones económicas a los países implicados en agresiones o conflictos por dicho u otros motivos.
La existente interconexión o gran dependencia en el mundo para todo tipo de actividad económica o social, para las relaciones o intercambios comerciales, los descubrimientos de la ciencia, el manejo o expansión de las pandemias o cualquier otro fenómeno que podamos imaginar, también aparecerán de inmediato y jugarán un gran papel en la posible extensión y consecuencias de los conflictos. Todo el mundo se verá afectado de una forma u otra, y nadie puede mirar para otro lado mientras un conflicto importante suceda en cualquier rincón del mundo.
Las poblaciones civiles se verán afectadas, e inmediatamente, millones de refugiados y desplazados internos, antes incluso de iniciarse el conflicto, se pondrán en marcha y abandonarán sus hogares en busca del cobijo que su propio país no sea capaz de garantizar; lo que, sin duda, contribuirá a desestabilizar las relaciones internas y externas del propio país y en los de su entorno.
Los grandes enfrentamientos en masa de ejércitos, unos contra los otros a campo abierto con amplitud de preparaciones artilleras y unidades mecanizadas o acorazadas implicadas durante largas jornadas de lucha, raramente se darán y se verán limitadas a momentos o situaciones puntuales, como preludio o complemento de una acción vital.
La propaganda, las medidas de decepción, el engaño y el abuso en el empleo de las redes muy infectadas de falsa información y tomando parte en uno u otro sentido a modo de marketing o justificación, son herramientas que se usarán profusamente en los nuevos conflictos, incluso desde antes que estos se lancen o alcancen fases importantes; ya desde su preparación y durante toda la ejecución.
La observación electrónica, por satélite o por las trazas dejadas en los medios de comunicación, sistemas de orientación, navegación y localización particulares, serán elementos a tener muy en cuenta por los grandes rendimientos que se pueden obtener de una explotación adecuada de forma sigilosa y sin dejar traza de que se está observando y monitorizando directamente la pieza a cazar.
El efecto CNN, por el que los conflictos de relevancia, se retransmiten en directo de forma pública y sin control alguno, es un medio de inteligencia basado en fuentes abiertas (OSINT) de gran rendimiento a efectos de localización de fuerzas y en la determinación de los principales esfuerzos y escenarios. Cosa similar, ocurre con el seguimiento de las comunicaciones privadas (incluyendo videos, chats y fotografías) entre los propios combatientes con sus superiores, familiares y amigos.
Las armas de alta precisión serán una pieza fundamental para el derribo de aeronaves poco protegidas, ataques selectivos o a buques rodeados de deficientes o ningún medio de protección; e inclusive, para crear el caos al atacar masas de carros de combate, expuestos al fuego por todos los flancos, incluso por debajo o sobre ellos.
Las unidades especiales de los tres ejércitos, fáciles y rápidas de mover de un escenario a otro, suplirán a los grandes movimientos en masa y tendrán un papel muy importante en la conquista de objetivos a distancia, siempre que sean rápida y debidamente relevadas por unidades más protegidas y con mayor capacidad de resistencia a las reacciones del enemigo,
Los cambios en las exigencias, necesidades y en la forma de vivir, de descanso, en la alimentación de las personas y en la aplicación directa de la asistencia sanitaria al combatiente, requieren unas cadenas logísticas demasiado pesadas, largas, continuas y eficientes. Si estas fallan, la guerra se para, tal y como se demostró en las dos guerras del golfo, posteriormente en la larga campaña en Afganistán y más recientemente, en la guerra en Ucrania.
La guerra centralizada tanto en el planteamiento como en la ejecución tiene sus días contados. La descentralización en la segunda fase es casi una exigencia irrenunciable siempre que se pretenden unos resultados más que aceptables.
La inteligencia y el espionaje en todas sus modalidades, si bien siempre han sido un arma fundamental en la identificación de los posibles conflictos y en descubrir los potenciales o probables movimientos del enemigo, tomará un papel mucho más importante en la prevención y conducción de los futuros conflictos a gran escala para descubrir o desbaratar las verdaderas y cambiantes intenciones ocultas.
El empleo o amenaza de las armas de destrucción masiva, en especial las nucleares, jugará un papel importante en la disuasión para intervenir o no de forma directa en los conflictos, a pesar de que haya un sentimiento generalizado de que nadie, con dos dedos de frente, salvo un loco de remate, las llegue a emplear. Su uso, supondría un enfrentamiento de fatales consecuencias para todos los contendientes, incluso peor para aquel que las llegase a usar en primer lugar por la descontrolada respuesta que puede originar.
No se descarta el uso de armas biológicas o químicas por el gran poder de penetración que causan de forma más o menos rápida y silenciosa, sin apenas peligro para el que las inocula y porque pueden llegar a poner a países o continentes enteros en cuarentena u ocasionar centenas de miles de muertos.
La capacidad de intervenir en los conflictos por parte de los organismos internacionales es y será cada vez menor. Su papel, organización, composición y misiones, ideadas para mediados del siglo pasado, han demostrado su obsolescencia e irrelevancia casi un siglo después. Sus sistemas de toma de decisiones se han mostrado totalmente ineficaces, incluso para montar misiones humanitarias de emergencia.
Si, más o menos, estas han sido las conclusiones o predicciones a las que últimamente se ha llegado sobre los parámetros en los que se moverán los grandes conflictos del futuro y, si, además, son aceptadas por muchos o la mayoría de los que hacen análisis y deducciones, fácilmente podríamos conformar el escenario en el que se moverá, con algunas ligeras excepciones, la III Guerra mundial.
Pero, si nos detenemos un instante y se comparan con lo que actualmente está sucediendo en la guerra de Ucrania, mucho me temo, que no tenemos más remedio que aceptar, que la CI, por mucho que haya vacilado y maniobrado, no ha podido evitar que la temida y tan cacareada III Guerra Mundial ya haya comenzado y se está batiendo en Ucrania como escenario principal.