Mucho cuidado con los entusiasmos. Sentimiento intenso de exaltación de la autoestima y la predisposición a actuar, producido por la admiración apasionada hacia alguien o algo, que se manifiesta en la manera de hablar o de actuar. Nombre masculino, que pone de manifiesto un estado de ánimo, pletórico o eufórico y que es rico en sinónimos clarificadores tales como: pasión, fervor, frenesí, acaloramiento, enardecimiento, ardor, hervor, vehemencia, viveza y exaltación.
Un estado de ánimo, al que se suele llegar con relativa facilidad tras acontecimientos exitosos de orden público, privado, deportivo e incluso de juego o como consecuencia de forzados cambios bruscos en nuestros comportamientos ante un probable éxito o hacia la aparente y necesaria cohesión; porque dicho estado, produce habitualmente, un efecto propagador o de contagio colectivo.
Generalmente, suele ser provocado por un acontecimiento externo de diversa índole e incluso por apropiadas palabras de enaltecimiento, derivadas de hechos heroicos, grandes remontadas deportivas o por encendidos discursos lanzados por verdaderos oradores, realmente expertos en la materia de mover a las masas, que, con su aparente o real franqueza, y apoyados en ciertas circunstancias que les adornan o rodean, son suficientes per sé, para conseguir incondicionales seguidores, aún a pesar de desconocerse las consecuencias posteriores.
Pero el entusiasmo, también tiene una serie de antónimos que se conocen o definen como el desencanto, el distanciamiento o la frialdad. Situaciones, que como las anteriores, pueden y de hecho casi siempre sucede, que tengan una aparición súbita y muy contagiosa; principalmente, cuando aquello o aquel que llevó a las masas a creer en él a pies juntillas, les decepciona o muestra su verdadera cara o intención.
Es un fenómeno que sucede en la humanidad desde que es humanidad; hay muchos ejemplos de ello y, por desgracia, se dan a diario; pero, valga como práctico y real modelo, el sufrido por el mismo Jesucristo, quien en una semana pasó de entrar triunfante ante un pueblo que le aclamaba y lanzaba flores, a ser llevado a rastras al calvario, bajo escupitajos, golpes y pedradas, para ser clavado en una cruz hasta su muerte.
Se crea y crece a nivel personal, familiar y colectivo, en los pueblos, las naciones y hasta incluso, en las alianzas de estas; tal y como parece haber brotado a consecuencia de la injustificable y sangrienta invasión de Ucrania a manos rusas, sin que ni siquiera mediara una declaración previa de guerra; así como, por el aireamiento de determinadas reacciones contra el malvado invasor.
Son muchas las acciones y reacciones que realmente hayan podido influir en la creación de esa sensación de unidad y euforia en la que aparentemente, hoy en día, se encuentran muchos.
De entre todas ellas, destaco algunas como: las desastrosas imágenes de las ciudades masacradas por los rusos; la reacción numantina del presidente ucranio, Zelenski encabezando y animando a su pueblo a resistir a toda costa; el cambio de orientación política y militar de la aparentemente, nueva Alemania tras el giro total anunciado por el Canciller, Olaf Scholz el pasado 27 de febrero y en encendido discurso del alto Comisionado para la Política Exterior de la UE, José Borrell el 1 de marzo; con el que se enfrentaba claramente a la política de Putin y denunciaba la tibieza y las consecuencias para los que se queden atrás a la hora de los reproches a Rusia y los razonables apoyos a Ucrania.
Si todas ellas han podido influir en mucho, me atrevo a decir, que ha sido el discurso de Borrell, el que puso la guinda a un pastel que estaba ya muy avanzado en la cocina y al que sólo le faltaba un broche de oro para ser aún mucho más potente y eficaz.
Precisamente por ello, saltaron aún más rápido y profundamente las alarmas en mi forma critica de pensar. Borrell, es un personaje, generalmente tibio y parco en palabras tanto en castellano como en inglés, que solo parece crecerse en los momentos de gran dificultad y cuando se dirige a las masas, que esperan que alguien les encamine o guie hacia la exaltación y la unidad, aunque en su encendido discurso no se recojan, aprecien, ni aparezcan evaluadas mínimamente, las reacciones y efectos a los que dicha actitud les pueda llevar.
Aún recuerdo aquel espectacular discurso en Barcelona el 8 de octubre de 2017, cuando llegó a convencernos, a casi todos, que el separatismo catalán tenia los días contados, porque los españoles de bien, amantes de España, unidos y cogidos de la mano, no le íbamos a permitir que les chulearan un solo día más. Y, mira cómo estamos tras unos duros desengaños y ciertos amargos baños de realidad; por cierto, proporcionados en su mayor parte, por el partido político al que pertenece y al que ha prometido servirle a perpetuidad.
Por otra parte, la historia nos viene demostrado que toda sanción, restricción y pega política o económica que se imponga a cualquier país, por muy malas consecuencias que hayan tenido sus acciones o abusos originadores; tarde o temprano, acaban reducidas, dulcificadas o se suprimen sin más.
Máxime, cuando nos hemos pasado de frenada y porque las repercusiones de las duras medidas adoptadas, siempre tienen un camino de vuelta, un giro de boomerang o hasta se convierten en un efecto mariposa a nada que se implanten de verdad y empiecen a funcionar con efectividad.
Las herramientas o salidas para combatir esta desproporcionada masacre, desigual, injustificada e irreal son muy pocas: pagar para que le asesinen, una guerra total contra Rusia y los títeres que le bailan a la par; un apoyo directo selectivo, potente y eficaz en medios e inteligencia de verdad; una vergonzosa semi o total capitulación o, la imposición de unas fuertes medidas económicas sobre el atacante; teniendo en cuenta, que estas precisan demasiado tiempo para ser efectivas y que, por mucho que se pregonen a bombo y platillo, siempre tendrán un carácter de provisionalidad.
Varias de ellas, totalmente irrealizables en un mundo normal y, en cualquier caso, sea cual sea la solución, total o parcialmente, adoptada, ya veremos en que se traduce para el pueblo ucranio, que es realmente, quien está sufriendo a oscuras y en desoladora soledad.
En todo conflicto y también en este, hay mucho cinismo y de falsedad puesto sobre el tapete internacional; en primer lugar, Putin lleva avisando desde hace mas de quince años su intención de recuperar la Gran Rusia para convertirse en un nuevo zar y nadie le tomó en serio o le paró los pies a la hora de anunciar sus propósitos; ha lanzado el ataque porque pensaba que sus fuerzas estaban muy bien preparadas y que la Comunidad Internacional (CI) atravesaba los peores momentos de debilidad lo cual no es cierto del todo y, se ha inventado una excusa que nadie se puede tragar cuando alega que, forzosamente debía ocupar Ucrania, para evitar que se alíe con la OTAN y con ello, Rusia se viera amenazada directamente por la Alianza. Escusa que es zafia e irreal, porque, de anexionarse él Ucrania, será entonces cuando, realmente, Rusia comparta esa frontera de forma real.
Además, lleva años comiéndose trozos del pastel que intenta consolidar y nadie se ha atrevido nunca a rechistar; como ya anunciábamos algunos, su participación en auténticas guerras ha sido para poner a prueba su nuevo armamento y entrenar sus fuerzas como ocurrió en Libia, Siria y demás, cosa que no ha sido ni siquiera afeada por la CI y para redondear el circulo, nos encontramos con que con su incoherente y vergonzosa actuación en la ONU y el Consejo de Seguridad, no tiene vergüenza, ni encuentra parangón en el mundo actual.
Con respecto a las masacres silenciadas o ignoradas internacionalmente, tenemos ejemplos muy recientes en Siria, Libia, Irán, Afganistán o el mismo pueblo kurdo a manos turcas; masacres, que tras algunos comentarios y breves días en las portadas de los medios -orientadas mayormente a justificar la postura internacional o esconder su incompetencia y fragilidad- han pasado al olvido con toda rapidez y sin mirar atrás.
Igualmente sucede con los numerosos y constantes ataques masivos contra pueblos enteros en ciertos países asiáticos y en el continente africano por cuestión de raza o religión; tampoco se comentan en los medios, porque no venden y a nadie les importa un pito de verdad.
Otro tanto, ocurre con la expansión del comunismo de corte bolivariano en el continente americano, las persecuciones políticas y el estado de ruina al que están llevando a regiones fructíferas y ricas unos sátrapas dirigentes son algo, que sólo importa y mucho, a los que sacan pingues beneficios de tal barbaridad.
Puede, no obstante, que China a la vista de su reciente cambio de actitud y determinado titubeo, haya pospuesto sus intenciones bélicas a según cual sea el resultado final y las consecuencias internacionales tras él. Creo, que cuando se sepa todo de verdad, será entonces el momento de decidir, si siguen adelante o no con su expansionismo por el mar y/o su amenaza sobre Taiwán.
Los occidentales somos muy exquisitos y selectivos para todo y -aunque últimamente damos muchos bandazos- casi siempre nos mostramos tardíos a la hora de alarmarnos, rasgarnos las vestiduras y de remangarnos para ponernos a trabajar. Necesitamos acallar nuestras conciencias y todo apunta a que, sólo reaccionamos, aunque no del todo, cuando la situación de crisis afecta al bolsillo, al estómago o a los grandes negocios de ultramar.
En cualquier caso, y como no hay mal que por bien no venga; puede que este auténtico quilombo, finalmente, sirva para que la UE y la OTAN despierten de un continuado letargo que les estaba llevando irremisiblemente a la tumba en la arena de la paz y la seguridad.
Aunque, realmente, tal y como he escrito varias veces, no creo que el esfuerzo del que se ha hablado, dé para todo lo que hay que comprar por mucho que nos pongamos las pilas en Europa y forcemos la maquina y el presupuesto dedicado al gasto en defensa militar.
Los intereses creados en la mayoría de los países, principalmente entre los más fuertes de la Unión, harán inviables iniciativas verdaderamente eficaces y autónomas de mando y control. Seguiremos jugando al doble gorro y eso a la larga, no es más que un parche, que solo da para quedar bien y no mucho más.
Por último, pero no por ello, menos importante; quisiera avisar de que esta euforia y exaltación colectiva, necesariamente nos llevará otra vez, si no lo ha hecho ya, a la aceptación silenciosa de las terribles consecuencias para nuestra economía en general y en lo particular.
Además, sin duda alguna, va a ser aprovechada por aquellos que saben hacer grandes negocios en las situaciones de crisis y, desgraciadamente, también por muchos gobiernos, entre los destaca el de España, para tapar sus arrastradas malas praxis, abusos y deficiencias anteriores en materia económica y, aprovechen este momento de incertidumbre y tabla rasa, para meter en un único saco, todas las inmundicias actuales y atrasadas; cosa que precisamente se hará, en un tiempo, en el que la basura es seleccionada para degradarla, separarla y combatirla con fuerza e incluso, en algunos casos, transformarla en algo que se puede volver a usar.
Las euforias no suelen terminar bien, porque nacen, aparecen y crecen como resultado de situaciones de súbito acaloramiento, están basadas en fenómenos externos, no son estudiadas con el detalle que requieren y suelen venir seguidas de consecuencias imprevistas. Es por ello, por lo que generalmente, suelen derivar en desencantos, olvidos o en una triste frialdad.