El pasado 21 de julio de este año 2020, Europa estuvo cerca de despertarse con una noticia más impactante que cualquier rebrote de coronavirus: un enfrentamiento militar entre Turquía y Grecia. Aquel martes, barcos militares turcos habían partido hacia Kastellorizo, una isla griega muy cerca de su costa donde Ankara quería realizar prospecciones de gas, para imponerse a la flota griega. Atenas, por su parte, había suspendido las vacaciones de sus militares, declarado el estado de alarma y mandado fragatas a la zona. Pero la cancillera alemana Angela Merkel intervino, llamó a Erdogan y consiguió que los turcos volvieran a casa. “Nos recordó a la crisis de los misiles de Cuba en 1962”, le dijo una fuente del Gobierno alemán al diario sensacionalista ‘Bild’. ¿Guerra? ¿En el Mediterráneo? En los últimos meses, la búsqueda de gas, los polémicos límites marítimos y una Turquía más activa que nunca fuera de sus fronteras han convertido al Mediterráneo Oriental en un polvorín, avivando un conflicto con 200 años de historia entre Atenas y Ankara. Ambos países, que quieren beneficiarse de las bolsas de gas y petróleo que se han ido descubriendo en los últimos años en el suelo marino y alrededor de la dividida isla de Chipre, han elevado tanto el tono que algunos analistas empiezan a comentar lo inimaginable: un enfrentamiento militar entre dos miembros de la OTAN. “Se vuelven a escuchar tambores de guerra de nuevo en Europa, pero apenas reciben atención. Todo lo que escuchamos en las noticias es sobre mascarillas, tests y el alcance de los aerosoles”, Pese a la llamada de Merkel, la escalada entre los dos países siguió y la mecha volvió a prender. La fragata griega Limnos y el barco turco Kemal Reis llegaron a enfrentarse hasta tal punto que el buque turco fue dañado, aunque no hubo ninguna baja. Escoltado por buques militares, el barco turco Oruç Reis está buscando gas a unos 150 kilómetros al sur de las costas turcas, a medio camino entre la isla griega de Creta y Chipre. Atenas ha urgido a Ankara a abandonar la zona “inmediatamente” y ha advertido de que cualquier estudio sísmico cruzará una línea roja. Desde Ankara aseguran que seguirán con sus investigaciones, pero algunos analistas insisten en que Erdogan estaría buscando algo más: doblar el brazo a la UE y conseguir más concesiones de sus supuestos aliados militares.
Mucho más que gas y petróleo
“En los últimos 12 meses, Turquía ha llevado a cabo acciones amenazantes, provocativas e ilegales contra Grecia, cada una más agresiva que la anterior. Esta vez, sin embargo, el gobierno griego decidió responder y pasó a la ofensiva”. Atenas firmó un acuerdo marítimo con Egipto para delimitar las Zonas Económicas Exclusivas de ambos países. El objetivo era invalidar un tratado muy parecido que se labró entre Turquía y el Gobierno de Acuerdo Nacional de Libia (GNA) -su único aliado en el Mediterráneo- en noviembre de 2019. Algo que no gusto para nada a Erdogan. “Erdogan necesita un chivo expiatorio para distraer la atención doméstica, como ya ha hecho en Siria o en Libia o con el teatro de convertir Hagia Sophia en una mezquita. Debido a sus fracasos internos y a las debilidades estructurales e institucionales de la economía turca, muchas de ellas creadas por él mismo, Erdogan necesita proyectar victorias en el extranjero. Pensó que creando una crisis con Grecia y escalando en el conflicto podría chantajear a Grecia y a la UE, no parpadear hasta el último minuto y conseguir concesiones de ambas. Pero el gobierno griego ya no está dispuesto a seguir aceptando el juego de Erdogan”, Situada a tres kilómetros de Turquía, pero a más de 550 kilómetros de Grecia continental, la isla helena de Kastellorizo es uno de los puntos más calientes del desacuerdo. Atenas dibuja sus zonas exclusivas económicas desde las fronteras de sus islas, mientras que Turquía cuestiona los tratados de Lausanne (1923) y de París (1947) considerando que solo se puede tener en cuenta las plataformas continentales a la hora de trazar las fronteras marítimas. El primer ministro griego, Kyriakos Mitsotakis, reconoció que cada vez son más altas las probabilidades de un enfrentamiento militar: “El riesgo de un accidente acecha cuando tantas fuerzas navales se reúnen en un área tan pequeña. La responsabilidad, en tal caso, será de quien provoca esta situación”, “Grecia no sucumbirá a las amenazas ni al chantaje. Ni tampoco tolerará acciones provocadoras”. Además, aprovechó para agradecer la ayuda de su principal aliado en este conflicto, París. “Macron es un verdadero amigo de Grecia, pero también un ferviente defensor de los valores europeos y del derecho internacional”. Francia, el país de la UE más poderoso en términos militares, comunicó este jueves que dos aviones Rafale que se encontraban en Chipre realizando ejercicios militares harán una “escala” en la base aérea de Souda (Creta) y permanecerán en la zona varios días. En los últimos años, con la llegada de Emmanuel Macron y Donald Trump al poder, Francia ha asumido el rol que EE. UU.ha ido abandonando en la zona, lo que le ha valido críticas desde Alemania y otros países europeos por su «unilateralismo» en política exterior. No hay más que ver el papel del presidente galo en esta nueva crisis. “La situación en el Mediterráneo Oriental es preocupante”, escribía en Twitter el presidente francés. “Las decisiones unilaterales de Turquía en la exploración gasística provocan tensiones. Deben acabarse para poder establecer un diálogo entre los países vecinos y los aliados de la OTAN”. Hay que recordar que nos acercamos “a uno de esos peligrosos momentos en los asuntos internacionales donde el juego pasa de la presión y la disuasión a la realidad brutal de la violencia y la guerra. Un recuerdo de que uno solo debe entrar en lo primero después de haber considerado lo segundo”. Mientras tanto, en Turquía, la prensa acusa a París de estar buscando la guerra.
En junio, un barco militar turco estuvo a punto de atacar a una fragata francesa que operaba cerca de Libia asegurando el embargo de armas de la ONU. El presidente de la República francesa acusó a Turquía de tener una “responsabilidad criminal” por fomentar la guerra civil libia. Y Erdogan tampoco se ha quedado callado. En las últimas semanas ha combinado discursos conciliadores con aseveraciones poco propias de un miembro de la OTAN, retando a sus enemigos a enfrentarse en el campo de batalla y anunciando que “la prosperidad de los países occidentales basada en el sangre, sudor y lágrimas y la explotación del resto del mundo se ha acabado”. “La autoestima de Turquía da un poco de miedo. Es un país muy nacionalista y no es difícil conseguir el apoyo popular frente a Grecia por razones históricas”, Desde hace años, Turquía se ha vuelto un país más asertivo, ambicioso y expansionista fuera de sus fronteras, chocando incluso con sus aliados de la OTAN. En la Alianza, los diplomáticos reconocen que Ankara es el «elefante en la habitación» del que nadie se atreve a hablar, especialmente tras su compra de misiles rusos S-400 o sus intervenciones en Libia. En este escenario cada vez más beligerante, surgen las preguntas incómodas: ¿Qué ocurriría si dos miembros de la OTAN se enfrentan? ¿Se activaría el artículo 5, que dice que un ataque contra un aliado se considerará un ataque contra todos? ¿Saldrá Turquía de la OTAN? En Ankara lo tienen claro: “Una guerra en el Mar Egeo significaría el fin de la OTAN y dejaría a Turquía definitivamente en la órbita rusa” Una de las críticas más recurrentes de los turcos es que todos se están uniendo contra ellos. Y es cierto. Se está formando una heterogénea coalición en el Mediterráneo oriental, con Francia como líder de facto seguido de Grecia y Chipre, pero también se suman Israel, Egipto o Emiratos Árabes Unidos. “Parece que Ankara ve estas nuevas alianzas en el Mediterráneo oriental esencialmente como un eje anti-Turquía y siente que solo siendo disruptiva puede alzar la voz y recibir su parte de recursos energéticos que hay en el mar”. Para tratar de encontrar una solución pacífica, los ministros de Exteriores de la Unión Europea tratarán el tema en un consejo de emergencia. Los expertos consultados, aunque se muestran escépticos, apuntan a la necesidad de un diálogo sobre la topografía y las fronteras marítimas a través de un tercer partido diplomático, aunque no está muy claro quién podría sentar a la mesa a ambos y pacificar las aguas. “En el siglo XIX, las monarquías habrían resuelto este incidente a través de una gran conferencia. Bajo la Pax americana, desde 1945 a 2017, EEUU habría negociado un acuerdo. Hoy estamos ante la simple anarquía, donde potencias medianas compiten por influencia y recursos”. La falta de unidad exterior de la UE complica que Josep Borrell pueda tomar una postura consensuada. “No se puede ir contra la geografía, pase lo que pase, Turquía siempre será un actor principal en el Mediterráneo oriental, un vecino de Europa y un socio importante”, señalaba Borrell hace unos días. Mientras Francia y Grecia reclaman sanciones contra Turquía, otros países más amistosos con Ankara como Alemania, Italia o España, que no dudan en apoyar públicamente a Grecia y a Chipre en defensa de su territorio soberano, prefieren buscar otras vías para reducir el conflicto. “España mantiene la misma postura: defensa de una salida negociada a la escalada de tensión en el Mediterráneo Oriental, con pleno apoyo a la labor de buenos oficios llevada a cabo por el Alto Representante y de Alemania. En un viaje a Turquía a finales de julio de 2020, la propia ministra Arancha González Laya se ofreció como posible mediadora del choque entre ambos países, pero no ha ido más allá. Por lo tanto, solo queda Alemania”. “Es la única oportunidad, porque Alemania tiene en sus manos la presidencia de la UE y Merkel está interesada en intermediar entre Turquía y Grecia”, Merkel convenció a Erdogan de retirar sus barcos en julio advirtiéndole de que, de lo contrario, sería incapaz de evitar sanciones de la UE contra su país. Pero ¿habrá guerra? Un conflicto armado en el Mediterráneo no está en el interés de ninguno de los dos países. Casi el 90% del comercio turco pasa a través de sus puertos, la mayoría situados en el Mediterráneo oriental, mientras que Grecia cuenta con la flota comercial más grande del mundo (en tonelaje). Sin embargo, eso no significa que ninguno de los dos países quiera sacar pecho. Y cualquier mínimo error podría arrastrar a ambos -y al resto de sus aliados- a un conflicto insólito. En Grecia hay consenso: si Turquía cruza las líneas rojas, se responderá militarmente. “Pese a nuestras innumerables diferencias a nivel interno, hay un gran apoyo de todos los partidos a usar todas las medidas de disuasión necesarias por las Fuerzas Armadas Griegas si Erdogan decide actuar unilateralmente. Aunque todo el mundo espera y trabaja para un resultado pacífico, esta crisis parece más seria que cualquier otra desde la crisis de Imia en 1996 [cuando tres oficiales griegos murieron y Turquía y Grecia estuvieron a punto de entrar en guerra]”, recalca The Greek Analyst. “No creo que Turquía y Grecia se arriesguen a una guerra, pero el problema en esta situación tan explosiva son las consecuencias no controladas”. “En otras palabras, puede haber “accidentes” que se acaben saliendo de control. Esto es cómo empezó la Primera Guerra Mundial: un pequeño incidente que arrastró a todo el mundo a la guerra”.
Turquía vs. Francia
Históricamente, los enfrentamientos entre Turquía y Francia han durado poco -tal y como ocurrió en temas como en el genocidio armenio en 1915 y las incursiones turcas en Siria-. Pero ahora las cosas se están complicando, incluso llegando a un punto crucial. Los países apoyan a bandos opuestos en la guerra libia. Francia ve en la Turquía de Erdogan un modelo ideológico peligroso mientras que el turco considera que las acciones francesas forman parte de un esfuerzo para prevenir su inminente auge. En otro nivel, los franceses consideran que las acciones turcas en el patio trasero de Europa es un problema estratégico que debe resolverse mediante una política europea. La Turquía de Erdogan quiere su lugar bajo el sol y, para eso, es clave proyectar poder más allá de su frontera. Ya lo está haciendo en Siria, Libia, Iraq y el este del Mediterráneo. Mientras tanto, París ha apoyado a los rivales regionales de Ankara, desarrollando lazos más estrechos con Emiratos Árabes Unidos y Egipto, al mismo tiempo que apoyando a Khalifa Haftar en Libia. La disputa franco-turca en territorio de la OTAN el pasado 10 de junio, cuando una fragata francesa intentó inspeccionar un barco de carga acompañado de barcos turcos ante la sospecha de que estaba violando el embargo de armas de la ONU, llevó a un enfrentamiento entre ambas partes. Pero aún queda tela por cortar. Si el Gobierno de Acuerdo Nacional en Trípoli lanza una ofensiva apoyada por Turquía contra los pueblos estratégicos de Sirte y Jufra, esto causará casi seguro que Francia y Emiratos Árabes Unidos refuercen su apoyo a las fuerzas de Haftar. Mientras tanto, las exploraciones de gas y petróleo en el este del Mediterráneo son otro punto clave que podría llevar a Turquía a una confrontación directa con Francia o Grecia. Este enfrentamiento latente involucra tanto nuevas como viejas rivalidades, provocadas por disputas marítimas, quejas por saber de quién son las zonas económicas exclusivas y décadas sin resolver el conflicto de Chipre. Ankara ha protestado por la decisión de Nicosia de recompensar con contratos de perforación a compañías energéticas en los últimos años, diciendo que Chipre del Norte, a la que apoya y reconoce, ha sido aislado de los recursos de hidrocarburos. Turquía, Grecia y Chipre están enfrentados por temas de fronteras marítimas. Turquía firmó un acuerdo marítimo con Libia en diciembre de 2019, asegurando que sus aguas territoriales se extendían hasta el más del norte de Libia. Mientras que la mayoría de las compañías energéticas que operan en el área han dejado de explorar y perforar por el covid y los bajos precios del petróleo, Ankara tiene entre ceja y ceja seguir la perforación del área cercana a Creta. Y todo esto podría llevar a enfrentamientos en alta mar.
En ese sentido, Europa necesita un gran acuerdo con Turquía para crear un marco de resolución de conflictos tanto a corto como a largo plazo, tanto en el campo de la energía como de las fronteras marítimas, el conflicto en Chipre y Libia. Pero es casi imposible para los estados miembros de la UE llegar a un compromiso en todos esos frentes, dado que no se ponen de acuerdo en qué hacer ni cuánto presionar a Turquía. El enfoque más agresivo, defendido por Grecia, Chipre y Francia, consiste en sanciones económicas, pero es rechazado por Alemania, Italia, Malta y otros países que prefieren proteger sus relaciones con Turquía. Durante la reunión en el consejo de asuntos exteriores, la UE advirtió de posibles sanciones contra Turquía, pero dijo que intentarían primero establecer un diálogo. “Vamos a apoyar un camino para contribuir a rebajar las tensiones. Y, por supuesto, las perforaciones en aguas disputadas en Grecia podrían aumentar el conflicto” Esto era, esencialmente, un aviso a Turquía para no seguir con sus exploraciones de petróleo y gas en la costa de Creta, un área que tanto Grecia como Turquía dicen que les pertenece como zona económica exclusiva. Turquía, claro, gracias a su reciente acuerdo marítimo con Libia. La presidencia alemana de la UE podría ser una gran oportunidad para la desescalada. Esta semana, el ministro de Exteriores alemán, Heiko Maas, visitó Atenas para organizar una nueva ronda de encuentros diplomáticos discretos entre Turquía y Grecia. Ya que un gran acuerdo parece impracticable, Bruselas debería dar pequeños pasos para trabajar para reducir las tensiones entre Turquía y Grecia y empezar un diálogo para compartir los recursos energéticos de la costa de Chipre. La pregunta es: ¿por dónde habrá que compensar? Ankara parece abierta a un acuerdo que involucre lo que ellos llaman una “distribución equitativa” de recursos de hidrocarburos en la costa de Chipre. Los turco-chipriotas son una minoría, pero quieren su trozo del pastel. Varias partes ya tienen algunas ideas para conseguirlo. Es difícil, pero no imposible, lograr un acuerdo, ya que las dos comunidades de la isla llevan en conversaciones durante décadas y hay un reconocimiento general de que los turcochipriotas también deberían recibir parte de los beneficios de la riqueza generada por los recursos de la región. Está menos claro que esto sea suficiente para que Ankara frene en sus propias ambiciones energéticas en el este del Mediterráneo. Pero las conversaciones entre Turquía y Grecia o entre Turquía y Chipre harían, por lo menos, que todo el mundo se parara unos segundos a pensar sobre la situación. Desde un punto de vista optimista, incluso marcaría el inicio de una nueva relación entre Turquía y la UE. Y eso, en esta era de desquiciadas rivalidades geopolíticas, no es un tema menor.
Mediterraneo: Kastellorizo senza Vassilissa diventa teatro di guerra, Porca Troia